La indiferencia parece ser el signo elegido por los bolivianos, lo que explica la pobreza y el atraso en que vive la mayoría de la población, lo cual no sólo se pone de manifiesto en las áreas urbanas sino también en las rurales.
Tal actitud y comportamiento contrasta con el progreso y desarrollo de los países vecinos al nuestro, pese a no disponer de territorios amplios y de climas tan variados que caracterizan a Bolivia. Con Perú existe total similitud en tales aspectos, exceptuando el acceso marítimo. Y respecto a Paraguay, que como el país no tiene costa, además de tener menos riquezas naturales que el nuestro, pero en cuanto a desarrollo y progreso nos lleva ventaja.
La constante lectura de libros permite establecer que todos los países que hoy lucen como los mejores del mundo, en sus inicios tuvieron situaciones de mayor atraso y pobreza que el nuestro. Tal el caso concreto de Estados Unidos, cuya población originaría era indígena, pero pronto se produjo una amalgama racial con la llegada de europeos que abandonaban sus territorios de origen por la miseria en que vivían sus poblaciones.
De esta manera, los Estados Unidos son el producto de colonizadores de tierras lejanas, que abandonaban sus tierras. Pero los colonizadores pronto tomaron contactos con los indígenas originarios y pronto formaron un nuevo país, producto de nativos y colonizadores. Hubo, ciertamente, situaciones ingratas en este proceso, pero se impuso el razonamiento y con ello se concluyó que entre unos y otros podían hacer un país pujante, como lo lograron en menos de 50 años.
Por la experiencia estadounidense, aparte de ser un episodio histórico de característica propia, es pertinente dirigir la mirada a su desarrollo y concluir que confrontó vicisitudes e inclusive una guerra civil, pero a la postre se impuso el buen criterio y con ello, unos y otros, es decir todos, conciliaron situaciones contrapuestas y con ello se constituyó una población homogénea, que sólo aspiraba a progresar y desarrollar una nación sólida y progresista.
Estos apuntes se los hace para demostrar que se puede, a pesar de las diferencias y atrasos que puedan existir. Bolivia, en sus 193 años de existencia como país independiente, ciertamente avanzó muy poco en su desarrollo. Hay que reconocer esta realidad, pero antes de lamentar lo ocurrido hasta ahora, lo imperativo es asumir como un reto individual y general el requisito de acelerar el paso para allanar los vacíos existentes aún, pero más que eso, ponerse a tono con la modernidad, que en estos días se expresa en la tecnología.
En este orden, tienen que darse verdaderos saltos para asumir el nuevo desafío y colocar a Bolivia como país inmerso en las nuevas formas y exigencias que demandan el logro de las diversas fases que tienen un proceso de tal índole, pero siempre con la mentalidad de ir más allá y no de persistir en la indolencia y el conformismo, que en buenos términos implica indiferencia y retardo anímico, si acaso no mental en su plenitud, es decir en acondicionarse a todas sus carencias exponenciales.
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