Cartas
Señor Director:
El 2 de noviembre es el Día de los difuntos que han partido a la vida eterna y pedimos que descansen en paz y el Señor se muestre propicio con esas almas. Jesús dijo: “Yo soy el pan vivo que he bajado del cielo, quien come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna, yo lo resucitaré en el último día. Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí jamás morirá. Yo soy el camino, la verdad y la vida…”.
En nuestra ciudad y en varios países se siguió la tradición de visitar los cementerios, con oraciones, cantos, llevando flores, panes y comida para las almas benditas. No faltaron en nuestro medio las t’anta wawas, las escaleras de pan, que sirven para que las almas suban y bajen. La cebolla significa el agua que lleva en su viaje a la eternidad el alma, y la caña de azúcar representa el refresco dulce. Los caballitos y juguetes sirven para que jueguen los niños difuntos y la retama es para ahuyentar a malos espíritus que nos hacen sufrir en la vida. El agua bendita sirve para rociar la mesa, la ropa y enseres del difunto. Coca, cigarro, vino, refrescos y comidas son elementos de la mesa preparada para las almas y son parte de una tradición tan arraigada en nuestra Patria.
En cementerios y hogares cristianos también se celebró un sufragio por las almas de los difuntos que nos visitan en esa fecha cada año.
David Espejo
OFS
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