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[Raúl Pino-Ichazo]

Incertidumbre y vocación en los jóvenes


Intranquiliza profundamente a los jóvenes descifrar, sin equivocarse, la noción de finalidad, que en su concepción, habiéndolo hecho innumerables veces, tiene la facultad de juzgar, pero no a título de realidad objetiva, sino por las percepciones y representaciones que se hace constantemente en sus relaciones sociales. Les aflige sobremanera la eficiencia de la justicia y la templanza, pues ya en esa tierna edad han observado muy de cerca situaciones de injusticia, falta de templanza y solidaridad, entonces todavía no tienen la certeza de actuar como les dictan sus almas, unidas al conocimiento acumulado y a su razón.

Contemplan la justicia natural en relación con la fuerza y el más fuerte debería poseer la autoridad, sin embargo creen que esa fuerza debe ser acompañada de sabiduría y habilidad o, mejor, del conocimiento razonado de la política, como se les enseñó en la asignatura de Ciencia Política, y del valor sobre las cosas que da la autoridad, que implica interiormente el propio valor de esta autoridad, que es la templanza que introduce un orden en el cuerpo y en el alma y aparta los deseos contrarios a este orden.

Esta templanza que muchas veces en su vida en ciernes los trastorna en su real aplicación a todos, centrándose su incertidumbre en la capacidad suya de no abandonarse a la actividad brutal y sin freno, pues conocen las carencias al provenir de una clase media incipiente. Paulatinamente asimilan que si la templanza, con la técnica que discierne y ordena, es la virtud tan fundamental, deberá acomodar a sus actitudes la idea que inspira a la templanza como el valor superior y dominador de la inteligencia; optan elegir que les ayuda a entender la preeminencia de la virtud de la templanza como una virtud que definitivamente prescribe el orden y además se entristecen ante la posibilidad de no dominar las pasiones, que impediría la realidad incontrovertible que las mujeres y los hombres no mejorarán, ellos incluidos, sino gracias a la aplicación constante de la templanza que domina todo orden.

Asimismo tema de infaltable ansiedad en los jóvenes es la ley que limita su libertad, que la creían sin límites hasta que leyeron que la libertad es el derecho de hacer todo lo que permiten las leyes. Y su incredulidad crece, pues no confían en que las leyes vigentes hechas por hombres sean las mejores, porque las leyes se ajustan a la idiosincrasia del pueblo para el cual se elabora y se interrogan sobre si las mismas son las más convenientes a su floreciente espíritu de libertad. Aunque encuentran cierta confianza limitada en los tenores de la Constitución, que prevé un mecanismo para elaborar leyes que derivarán en una máxima de libertad.

Sus espíritus se oponen a la arbitrariedad de los poderes públicos, pues solo podría haber un contrapeso si ese poder fuese controlado por otro poder, con una fuerza análoga al poder que pudiese extralimitarse; quieren encontrar un razón para que las leyes no sean determinadas por el arbitrio del hombre sino por la necesidad de las cosas mismas y solo se puede encontrar ese origen, piensan los jóvenes, en el pueblo.

No menos angustia les produce su constante involucramiento con la sociedad, pues esta es una ciudad que nació de la necesidad como todas y observa la crueldad para satisfacer las necesidades de la ciudad, que es la división del trabajo; así el alimento, el vestido y la vivienda son temas de todos los días en diferente grado de necesidad. Entonces, cada uno de los que habitan en la ciudad deberá especializarse en algún oficio o en una profesión para producir mejor, aunque comprueban que su ciudad en su forma elemental no es una reunión de seres semejantes e iguales, sino por lo contrario, de seres desiguales y desemejantes y continuará no siéndolo aunque se eleve a las más altas formas de expansión.

Para los jóvenes se presenta como un problema grave que las necesidades de la sociedad sean satisfechas de acuerdo con la naturaleza, es decir, cada función supone no solo una educación sino aptitudes naturales y en esa realidad no encuentran todavía la voz clara del llamado a su vocación. ¿Será que el estudio de los números los conducirá a ser buenos ingenieros o, que, en algunos casos, conduce hasta la filosofía y a la dialéctica y otras especialidades en ciencias exactas? o ¿ podrá, se pregunta, asimilar todas las leyes de los códigos y sus procedimientos para litigar y ser un profesional jurista y disponer de empatía con los problemas legales que agobian a la gente? Se entusiasman a ráfagas ante la posibilidad de poseer conocimientos para sanar a la gente, pero ¿podrán sostener el sacrificio y el apostolado de la medicina que representa para toda una vida?

Con su elección no quieren que el deseo insaciable de posesión de riquezas origine su perdición, aún sin haber comenzado su formación profesional, pero conocen la influencia de los ricos y oligarcas que es nociva, pues favorecen la ambición de la juventud y estos jóvenes saben que no son la excepción; habían sido atiborrados de diferente literatura de varios autores para aglutinar conceptos sobre el beneficio del conocimiento de la economía, ingeniería, medicina, el medio ambiente, las leyes y hasta la formación en el sacerdocio y extraen una conclusión, que no pueden buscar modelos ni confirmaciones a sus inclinaciones íntimas en los libros, que son una guía evidentemente, pero no contribuyen a desvelar la ansiada vocación, pues su orden es la libertad y los consejos en esta fase de la vida son innumerables, variados y no disipan su inquietud de búsqueda no contaminada de influencia externa.

Para esta crucial decisión no basta para ellos la pura inteligencia y no deben asumirla con el sentido de ser acogedor a las diferentes sugerencias; debe ser para ellos una aceptación libre y voluntaria basada en la conformidad de su espíritu y el asentimiento obtenido no por presión o complacencia para su círculo familiar, ni siquiera por la persuasión, sino por el convencimiento.

El autor es abogado, escribió el libro “Adolescencia”.

 
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Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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