Se ha hecho una especie de costumbre el que algunos ciudadanos del país muestren en su vida ignorancia de cuestiones vitales que, en todo caso, deben ser parte del diario vivir y, sobre todo, condición de conciencia. Este es el caso de quienes alaban y pregonan en el exterior las virtudes y condiciones de la democracia, la urgencia de que todos, sin excepción alguna, deben respetar y vivir bajo las reglas democráticas, que nadie puede soslayar ese deber que es fundamental para la vida de los pueblos; que nadie debe violentarla y convertirla en arma de intereses creados y conveniencias.
Pero, lamentablemente, esa doble cara se muestra, muchas veces, en el propio país, donde la democracia y la misma Constitución Política del Estado son “simples papeles” y no se cumplen o se las viola cuando “las necesidades políticas exigen”; es decir que vivir en democracia, ajustados a las regulaciones de la Constitución y las leyes, no debe ser circunstancial, momentáneo y conforme a conveniencias e intereses creados. Estas actitudes muestran cuán poca conciencia de país hay en quienes muestran conductas dobles en su vida, conductas que van en contra de su propia moral y personalidad y, tal vez, de los principios y virtudes que muestran solo cuando convenga.
La verdad es que es preciso que todos, gobernantes y gobernados, tomemos conciencia de nuestros deberes cívicos, de lo que tenemos comprometido al país y al mismo pueblo por nuestra condición de ciudadanos de la nación. No podemos ni debemos mostrar conductas límpidas y ajustadas a principios democráticos, constitución y leyes solamente cuando estamos fuera de nuestras fronteras y sea otro, muy distinto, el comportamiento dentro del país. En todo caso, si nos preciamos de cultivar la democracia y sus principios, al igual que cumplir con la Constitución y las leyes mostrando conductas honestas y responsables, debemos hacerlo en toda circunstancia y en todo lugar.
La vida de los pueblos a través de los años es, debe ser, reflejo de las virtudes y calidad de vida de sus ciudadanos; mostrar debilidades y fisuras que desmerecen lo que somos es irresponsable, es hipocresía que no tiene otro objetivo que el engaño y la mentira que se busca imponer como verdad. Estos procedimientos, más temprano que tarde, son descubiertos y muestran la verdadera personalidad y hasta qué punto merecen confianza esas personas que manejan principios, democracia, constitución y leyes solo conforme a sus conveniencias, sean personales o de grupo.
Por este tipo de comportamiento es necesario que la educación sea sobre la base de principios, de la Constitución y las leyes, de los fundamentos morales y de todo aquello que signifique práctica de la democracia, que debe ser permanente.
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