Elio Pacheco Colque
Con los alojamientos clandestinos hay una actividad económica en busca de rentabilidad, protegiendo la comisión de delitos por huéspedes momentáneos, entre los cuales se identifica a menores de edad.
En varias oportunidades, medios de comunicación han mostrado cómo son sacados menores de edad, adolescentes de ambos sexos, de alojamientos clandestinos, donde se los encuentra consumiendo bebidas alcohólicas o alguna droga.
Mientras padres de familia muestran preocupación por la desaparición de jóvenes, sobre todo de señoritas que deciden no retornar a sus hogares. Por ello, familiares de las mismas colocan volantes de “persona desaparecida” en las instancias correspondientes, fuera de que organizan búsquedas que pueden durar horas, días y hasta semanas, en calles, terminales, plazas y hasta en carreteras, pidiendo ante todo que no hayan sido víctimas de la comisión de algún delito.
En algunos casos los familiares buscan a sus hijos e hijas en las redes sociales, para obtener alguna respuesta, alguna señal de donde se encuentren. Pero seguramente jamás los padres de familia llegarán a pensar que estos muchachos y sobre todo señoritas menores de edad, han elegido ponerse en mayor riesgo, buscando experiencias propias con el consumo de bebidas alcohólicas y exponerse a ser víctimas de una serie de delitos, muchos de ellos cometidos dentro de estos alojamientos.
En algunos casos, muchas de estas jóvenes primero son convencidas para consumir bebidas alcohólicas, dentro de estos alojamientos, pero con el riesgo de ser dopadas y ser presas fáciles de hechos de violación. Por salir de sus hogares por días, corren el riesgo de ser víctimas de explotación sexual callejera, bajo presión debido a que sus acompañantes requieren dinero para seguir consumiendo bebidas alcohólicas o alguna droga.
Todos estos delitos son cometidos dentro de estos alojamientos clandestinos, que igual que los bares y cantinas, enfrentan su clausura, pero a los pocos días continúan su actividad, permitiendo el ingreso de jóvenes y señoritas, sin restricción y menos con la instalación de cámaras de seguridad.
Al parecer el control a bares y cantinas, que antes permitían el ingreso de menores de edad para ingerir bebidas alcohólicas, dio adecuados resultados, pero ahora la mirada fiscalizadora debe dirigirse a los alojamientos clandestinos, donde incluso se cobija no solo a delincuentes, sino a personas indocumentadas de otros países que llegan con la única finalidad de delinquir y causar daño al patrimonio y la moral de las familias bolivianas.
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