La libertad, en todas sus manifestaciones o expresiones, es, seguramente, el mayor bien que posee el ser humano, porque sin ella no es posible que logre, plenamente, la satisfacción de sus urgencias y necesidades; no sería posible su desenvolvimiento espontáneo y esté alejado de falencias o prejuicios que le hagan daño. La libertad es un bien sublime que no debe ni puede ser vulnerado porque es parte sustantiva de los derechos. Es un bien inalienable que no debe ni puede ser enajenado ni estar en condiciones que signifiquen riesgos para su vigencia.
Muchas veces en la historia de la humanidad, la libertad de millones de hombres ha sido violentada y suprimida hasta el extremo de crearse la esclavitud o sea la supresión de todo derecho para quienes han sido vendidos o entregados en propiedad a otros, que buscaron la comercialización de seres humanos para servir a intereses y conveniencias creadas. Largas han sido las luchas de la humanidad para restituir libertades a hombres que han sido sometidos a esclavitud, que han tenido cercenados sus derechos, y su vida privada se ha convertido en propiedad de quienes han hecho uso de prerrogativas que nadie les otorgó y que fueron imposiciones de políticas equivocadas y ajenas a la moral y a las leyes que establecen igualdad entre todos los seres humanos.
Constituciones políticas de todos los países y de todos los últimos tiempos han establecido, clara y definitivamente, que los derechos humanos son intocables, inviolables y sagrados especialmente para los que han actuado desde poderes considerados omnímodos porque tenían poder financiero y político para “hacerse” de la vida de seres humanos.
La libertad es, pues, un bien inmanente al hombre, porque es parte sustantiva y definitiva de los derechos humanos y es la facultad que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra y también de no obrar por lo que es responsable de sus actos. La libertad bien entendida y mejor practicada, especialmente en democracia, es la clave de la paz y del orden como núcleo de la unidad por encima de toda facción. Por todo ello, en una sociedad en que se invoquen las doctrinas del derecho natural contra cualquier poder abusivo, quienes están en oposición a cualquier gobierno no pueden plantearse posiciones opuestas entre el ciudadano y el gobierno, sino entre el gobernante y el orden moral eterno; porque ese orden moral le confiere al ser humano el derecho de ser libre y obrar conforme a sus ideas, criterios y pensamientos siempre que estén afincados en la responsabilidad y no causen daño o perjuicio a los demás.
La libertad es una facultad que se disfruta especialmente en las naciones debidamente gobernadas, donde es digno y constructivo decir y hacer todo sin que se oponga a las leyes ni a las buenas costumbres. Las libertades se expresan con amplitud a través de la libre expresión que es reflejo y creación del pensamiento que da derecho al hombre para manifestar, defender y propagar las propias opiniones. La libre expresión es derecho de todos y abarca la vigencia de todas las libertades que permiten desarrollarse en marcos de responsabilidad que garantice el ejercicio tanto de las facultades ciudadanas como de los procesos políticos, económicos, sociales y culturales.
De este modo, cuando se habla de libertad en democracia, el hombre tiene el derecho de ser reconocido plenamente en su libertad personal para optar por cualquiera de las libertades políticas que le dan el derecho de elegir y ser elegido, representar y ser representado según lo que elija; finalmente, los derechos sociales -entre ellos los culturales-, dan lugar a que pueda desarrollar y realizar sus derechos a trabajar, producir, crear, propagar sus pensamientos y criterios, mejorar su capacidad profesional y realizarse en todo sentido acorde con su dignidad y necesidad. La libertad permite considerar y defender el principio de que todas las personas son iguales ante la ley, porque en un sistema democrático en que rige la libertad no es darle más poder al pueblo, sino en obtener más igualdad en el logro de beneficios y menos desigualdad en las pérdidas. Por todo ello, es necesario comprender que menos debe importar quien está en el poder y más cómo funciona, qué produce, cuál es su comportamiento con los bienes de la nación y cuál es, más o menos, el ámbito de esperanzas que muestre para el futuro del bien común, porque se debe tener certeza de que la desigualdad y la pobreza generan desconfianza, frustración y desesperanza.
Vivimos un tiempo pre-electoral en que los unos buscarán seguir en el poder y, los otros, conseguirlo, por su parte, la colectividad espera que los que asuman el gobierno del país, luego de las elecciones de octubre de 2019, tengan conciencia del deber de obrar en libertad, de comprender que ésta no puede vulnerarse o ser enajenada; que es un bien de servicio que requiere honestidad, honradez y responsabilidad en cada uno de los actos de quienes gobiernen y que, haciendo abstracción de intereses de partido y de conveniencias personales, podrán conseguir que en libertad bien ejercida y respetada en bien de las mayorías, logrará lo programado y no será objeto de censura y desconfianza del pueblo que es el que, en primera y última instancia, juzga comportamientos y si hubo o no conciencia de país en tiempos de ejercer el gobierno.
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