A dos años, aproximadamente, de la revolución restauradora de 1964, algunos jefes militares signados por el destino para ser gobernantes del país, ostentaban grados de capitanes, tenientes coroneles y coroneles.
Bolivia ingresaba a una otra era de su historia política. Se impondría un nuevo estilo de gobierno, pero sobre la base de las conquistas irreversibles de 1952. Además secundado por las mayorías nacionales y sectores de clara tendencia nacionalista. Ya no se hablaría de revolución nacional sino de revolución boliviana. Ya no se diría compañero sino conciudadano.
Ahí estaban los capitanes Celso Torrelio Villa y Alberto Natusch Busch, el teniente coronel Hugo Banzer y otros.
Jamás ellos habrían pensado ni soñado, en esos tiempos, en que iban alcanzar la cúspide de la administración pública nacional. Pero el destino y la coyuntura política los llevó a desempeñar las altas funciones de dignatarios de Estado.
“Ustedes saben que quien les habla no fue preparado para ser presidente de la República; que llegó a esta situación como fruto de las circunstancias imperantes en el momento en que vivía el país hace algo más de 42 meses”, afirmó el presidente Banzer Suárez, ante una reunión de embajadores bolivianos (*).
Si lo hicieron bien o mal, es otro tema. Nuestro propósito no es encomiarlos ni difamarlos, sino mencionarlos a modo de refrescar la memoria.
Lo que deseamos remarcar es que uniformados como los mencionados representaban a una juventud con bríos para avanzar en la carrera castrense, en consonancia con la formación militar que recibieron en las aulas de la principal institución, que honra el nombre del mártir Gualberto Villarroel.
Obviamente que vivían el momento de cambio, de reflexión y decisión, que les conminaba a ratificar el sentimiento cívico. Asimismo a percibir, con detenimiento, el futuro de la Patria, toda vez que había superado ella una complicada etapa de carácter gubernamental. Estuvieron inmersos, en la realidad nacional.
Algunos de ellos, entre los 60 y 80 años, fallecieron por causas naturales. Y otros, a los 50 y un poco más, murieron trágicamente. Pero que, entre longevos y relativamente jóvenes, cumplieron un rol histórico, quiérase o no, en el contexto político nacional. Pues, a su manera, pretendieron contribuir a la construcción de esta Patria, digna de mejor destino. Ella que marcha hoy en pos de un futuro mejor, con pan, con techo propio, con justicia imparcial, en libertad.
En suma: es bueno refrescar la memoria de vez en cuando.
(*) “Primera Reunión de Coordinación de Embajadores”. La Paz, Bolivia, marzo, 1975.
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