No ha sido extraño el triunfo electoral del señor Jair Bolsonaro en el Brasil si se tiene en cuenta que las izquierdas, especialmente las propugnadas por el Socialismo del Siglo XXI, prácticamente han fracasado en todo el continente, por ser negativas y, además, que pretendían repetir o reponer ideologías y acciones del comunismo y del castrismo cubano que tanto daño han causado.
El señor Bolsonaro asumirá la presidencia del Brasil con intenciones que, de cumplirse, cambiarían totalmente las estructuras sociales, culturales y hasta económicas del coloso latinoamericano; pero, sobre todo, darán una nueva imagen a Latinoamérica, puesto que solamente quedarían Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia para abandonar las políticas no acordes con las urgencias y necesidades de todo el continente. Esos países y otros necesitan con urgencia abandonar las profundas simas de pobreza en que viven. América Latina puede y debe ser el continente de las esperanzas y solamente lo hará en tanto y en cuanto entienda los beneficios de la unidad y la integración que, más temprano que tarde, deberá transitar en pos de un desarrollo armónico y sostenido.
El señor Bolsonaro ha declarado sus propósitos: luchar enérgicamente contra la corrupción, combatir al narcotráfico, mejorar la seguridad interna, administrar su país con honestidad y responsabilidad, combatir todo lo que perjudique su crecimiento y desarrollo y, por supuesto, mantener las mejores relaciones con los demás países que prácticamente lo rodean y, en casos, dependen en sus economías de relaciones fructíferas que permitan el desarrollo y progreso.
Jair Bolsonaro muestra ser un político de grandes recursos y, además, energías a toda prueba para llevar a cabo sus propósitos que, en general, han tenido receptividad en el pueblo. Se dice que es cultor de las doctrinas liberales o sea de derecha; pero deberá tener en cuenta que en ambos extremos -derecha o izquierda radical- hay peligros para vencer, situaciones conflictivas que podrían lastimar su gestión; condiciones no siempre favorables a conseguir el apoyo parlamentario y del pueblo que lo ha elegido y que hoy será su fortaleza desde el momento de asumir el importante cargo.
Sin embargo de todo ello, a pocos días de su triunfo, “habría tenido su primer traspié contra la prensa” al no aceptar una crítica de la misma y decir, en tono nada amistoso, que “suspendería la publicidad estatal en la prensa que contradiga sus programas” (Folha de Sao Paulo). Éste sería, en todo caso, su primer mal paso porque estrellarse contra la libertad de expresión o prensa es hacerlo contra el mayor poder existente en el Brasil y, además, mostrarse contrario a su propio derecho de ser libre para emitir opiniones, criterios, ideas, etc. El “lapsus” cometido deberá ser enmendado con los hechos; de otro modo, es difícil asegurar triunfos notables al nuevo Presidente brasileño.
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