A 40 años, aproximadamente, de la invasión chilena al Litoral boliviano, los capitales procedentes de dicho país, incursionaron en la actividad productiva nacional, en el occidente del país, específicamente.
Como en todo emprendimiento de carácter privado, hubo también la presencia económica de otras regiones del mundo.
Bolivia fue terreno propicio para la inversión chilena, en el área extractiva del estaño, particularmente, a inicios del siglo pasado, según fuentes de la historia.
He aquí algunas empresas chilenas que operaban entonces: Monte Blanco, empresa estañífera con asiento en la cordillera de Quimsa Cruz, cantón Yaco, provincia Loayza, que proporcionaba 50.000 toneladas de barrilla anuales. La empresa se formó en Santiago de Chile.
Compañía minera de Colquiri, empresa que pertenecía a una sociedad anónima chilena, ubicada en la provincia Inquisivi. Con una explotación de 2.000 a 3.060 quintales de barrilla. El valor de la producción anual fue de Bs. 25.000.
Empresa del Socavón de Oruro, que comprendía las propiedades que formaban la antigua sociedad anónima chilena “Compañía Minera de Oruro”, que pasó a ser propiedad del Banco de Chile. La producción anual de estaño fue de 990 toneladas de barrilla con ley media de 62 por ciento. Remitía sus minerales a EEUU e Inglaterra.
Compañía estañífera de Llallagua, situada en el cantón Llallagua, de la Provincia Bustillo, propiedad de varios accionistas chilenos y bolivianos. La empresa producía más del 10 por ciento de la producción mundial de estaño, además ofrecía empleo a 2.000 personas. Su producción de barrilla fue aumentando desde 5.000 quintales mensuales en 1912, con ley de 63 por ciento, hasta 38.000 quintales con ley de 70 por ciento en 1918.
La inversión chilena, al igual que otras foráneas, gozaba de amplias garantías, para desplegar su actividad empresarial, dentro de la Patria. Fue bien acogida, pese al diferendo, de carácter histórico, que distanciaba a Bolivia y Chile, desde 1879.
Ahora también disfrutan de las mismas condiciones los emprendedores transandinos, abocados a promover diferentes negocios, a quienes se los ve, en distintos puntos del país. No hay animadversión en contra de ellos.
El reciente fallo de la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya, en oposición a la causa boliviana, es otra cosa. Un resultado jurídico no tiene que afectar la dinámica económica favorable a dos naciones vecinas. Esa dinámica deberá continuar su curso como señal de amistad, entendimiento y complementación bilateral, en la búsqueda de un mundo mejor.
En suma: la inversión chilena está presente como siempre en Bolivia.
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