Sociedad
Fuente: Médicos Sin Fronteras
Las historias de Bibiche, Pitsho y Mamie reflejan la violencia extrema a la que se enfrenta la población en Kasai Central, en República Democrática del Congo. Un 80% de los pacientes de Médicos Sin Fronteras (MSF) han sido violados, pero la mayoría acudió a la organización más de un mes después del ataque.
Los testimonios siguientes fueron recopilados durante una visita al terreno que realizó un equipo de comunicación de Médicos Sin Fronteras (MSF) al proyecto en Katanga, en septiembre de 2018. Kananga es la capital de la provincia de Kasai Central. MSF brinda atención a sobrevivientes de violencia sexual en el Hospital de Referencia de la Kananga brindando atención médica de calidad y apoyo psicológico, de forma gratuita. Entre mayo de 2017 y septiembre de 2018, los equipos de MSF atendieron a 2,600 víctimas de violencia sexual en la ciudad de Kananga, en la Provincia de Kasai Central, en la República Democrática del Congo (RDC). El ochenta por ciento de los atendidos informaron haber sido violados por hombres armados.
La gran mayoría de los pacientes de MSF no buscaron atención médica hasta un mes (o más) después del ataque, generalmente debido a la falta de conocimiento sobre la existencia de servicios dedicados a la atención de casos de violencia sexual, pero también por la distancia que se debe recorrer para llegar al lugar donde MSF ofrece atención médica en Kananga.
Todos los nombres han sido cambiados para proteger a las víctimas.
BIBICHE – “Me siento cómoda ahora”
Mi historia sucedió un martes del año pasado. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer: un grupo de hombres entró en la casa y destruyeron todo, nuestras cosas y a nosotros. Primero violaron a mi hermanita, luego a mi cuñada, y a mí al final.
En ese momento no hablamos sobre lo que sucedió ni pedimos ayuda. Fue solo recientemente, un domingo mientras estaba en la iglesia, que escuché sobre la atención que se brinda a los sobrevivientes de violación. Una doctora había venido a contarnos sobre una organización de médicos aquí en Kananga, que atendía a sobrevivientes de violencia sexual, incluso si la violación había ocurrido hace un año. Una vez que escuché esto, mi esposo también me apoyó para ir al hospital. Me dijo que lo que había pasado no era culpa mía y que necesitaba recibir tratamiento.
Cuando vine por primera vez, los médicos me recibieron con una cálida sonrisa y realmente me sentí bienvenida. Me dieron vacunas contra el tétanos y me realizaron algunas pruebas.
Descubrieron que había contraído sífilis. Mi esposo también tuvo que recibir tratamiento y ahora está en fase de seguimiento.
Hace poco, mi cuñada también vino también a buscar atención, después de haber visto los cambios positivos que estaba experimentando yo. Mi hermana menor está en Lubumbashi. Ella se fue después de que todo sucediera y no regresará”.
PITSHO: “Nos hicieron violar a las mujeres adultas de la comunidad”
Le dije al psicólogo que cada vez que cuento esta historia siento como si estuviera viendo una película en frente de mis ojos, en mi cabeza. ¿Una película o un sueño? La verdad, no lo sé. Lo que sí sé es que ahora, cuando me voy a dormir, puedo dormir mucho, más de 20 horas seguidas.
Sucedió en agosto, cuando regresé a mi pueblo. Algunos hombres armados vinieron a atacarnos. Creo que fue en 2017. No recuerdo bien, todo sigue siendo muy confuso para mí. Cruzaron el río hacía mi pueblo y mataron a muchas personas. Huí junto con otros jóvenes. Pero en el camino fuimos capturados por otro grupo de hombres armados con el que nos encontramos.
Nos llevaron con ellos de regreso al pueblo, donde nos torturaron y trataron como esclavos. Nos obligaban a ir a recoger agua para ellos. También tuvimos que hacer cosas más horribles que eso: nos obligaron a violar a varias de las ‘mamás’ (mujeres adultas) de nuestro pueblo.
Ninguna de ellas era mi madre, no obstante, eran las madres de nuestro pueblo. Todos los jóvenes de la aldea fuimos obligados a hacerlo. Si alguien no lo hacía, era asesinado. No recuerdo bien, pero creo que tuve que hacerlo con seis o siete mujeres.
Cuando los hombres armados se fueron, las autoridades locales vinieron de Tshikapa para buscarnos, como si nosotros también fuéramos criminales. Hui con algunos de los otros jóvenes, pero nos dividimos en diferentes direcciones y comencé a caminar por mi cuenta. En ese momento no estaba trabajando porque 10 meses antes me habían operado de los riñones y todavía me estaba recuperando. Después de dos días comencé a sentirme realmente mal, como después de la operación.
Llegué aquí tres meses después que todo eso sucediera. No sabía si había cuidados especiales disponibles para alguien como yo. Pero escuché sobre MSF en la iglesia a la que voy a rezar, cuando un médico que trabajaba en el hospital vino a hablar sobre la atención gratuita que ofrecían allí.
MAMIE: “Fui violada junto al cuerpo decapitado de mi esposo”
“Estaba en casa cuando aquellos hombres armados llegaron y mataron a mi esposo. Lo decapitaron y robaron todas nuestras pertenencias. Fui violada en mi casa, junto al cuerpo de mi esposo, en presencia de mis hijos. Fue el año pasado, durante el periodo de violencia. Tenía cinco hijos. Mataron a tres, dejándome solo con dos. Violaron a mis tres hijas mayores antes de matarlas. Solo me quedé con los dos más pequeños: un niño de 12 años y una niña de 9.
Robaron todas nuestras pertenencias, se llevaron todo. Después, nos obligaron a salir, sin darnos tiempos a vestirnos. Estaba desnuda de cintura para arriba. Acababa de agarrar algo para cubrirme el pecho cuando nos obligaron a salir de nuestra casa.
Empecé a caminar con mis dos hijos hacia Tshikapa atravesando la maleza. No sabía a dónde nos dirigíamos, solo comencé a caminar. Tras llegar a Tshikapa, mis hijos se pusieron enfermos. Nos llevaron hasta una organización que nos ayudó y nos dio un poco de dinero.
Decidí regresar a Kananga, donde vivíamos, junto con otras mujeres. Tomamos la carretera con la esperanza de tomar una ruta con camiones que pasan con destino a la ciudad. Mientras estábamos en el camino, antes de llegar a Kananga, nos enfrentamos a hombres armados. Una vez más, nos violaron. Eran tres de ellos.
Después, nos escondimos para no ser violadas de nuevo. Pero empecé a sentirme mal. Cuando llegamos a Kananga, escuché acerca de Médicos Sin Fronteras, pero no sabía dónde estaban. Pregunté en los alrededores, pero la gente de la comunidad no quería ayudarme. Todos pedían dinero a cambio. Fue en la iglesia donde obtuve la información que necesitaba.
Cuando llegué al hospital, me dieron medicamentos y un médico me examinó. Es por ello que encontraron que tenía VIH. Lo cual, me preocupó mucho, porque me temo que no viviré mucho tiempo.
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