Monstruos amigables
Cada monstruo “refleja lo que cada niño siente”, los que son vendidos para generar ingresos extras que les permita costear algunos gastos familiares y dar batalla a la enfermedad
Ojos enormes, sonrisas amigables, formas divertidas y colores vistosos caracterizan a los monstruos ideados por niños bolivianos con cáncer y elaborados por sus padres para tener un ingreso extra que les permita costear algunos gastos familiares y dar batalla a la enfermedad.
Estos muñecos son parte del proyecto “Venciendo monstruos” puesto en marcha por la Asociación de Voluntarios contra el Cáncer Infantil (Avcci), según explicó a Efe su presidenta, Ana Carola Torres.
A los padres, niños y jóvenes voluntarios de la asociación “se les ocurrió crear algo que pueda luchar contra esta enfermedad, pero de manera más positiva”, indicó Torres.
“Los niños que forman parte de nuestra asociación decían: nosotros queremos vencer el monstruo del cáncer con un monstruo alegre, con un monstruo que lo haga sentir mal y se vaya de nuestras vidas”, comentó.
Los pequeños imaginaron los rostros de los muñecos y plasmaron sus ideas en papel con ayuda de los voluntarios.
Un grupo que cuenta con máquinas adecuadas se encarga de la “parte gruesa”, para que luego los padres y niños pongan rostro a los muñecos, hechos de fieltro y rellenos con fibra.
Según Torres, cada monstruo “refleja lo que cada niño siente”, ya que “muchos tienen miedo a algo, pero a la vez quieren combatir” el cáncer “con algo que sea alegre y divertido”.
“El cáncer es una enfermedad muy dura, muy larga, muy triste, es algo que destroza muchas familias y creemos que crear este tipo de iniciativas positivas hace que se sientan más motivadas a seguir en la lucha”, manifestó.
Los monstruos se hacen a pedido y se venden a un precio equivalente a unos diez dólares, de los que una parte cubre “los costos de hechura” y otra va a cada familia, que emplea ese dinero “en lo que ellos vean necesario”.
Torres destacó que se trata de una fuente de ingresos “muy aparte de la ayuda” que da la asociación para cubrir gastos médicos o de urgencia, exámenes complementarios, en algunos casos quimioterapias o radioterapias y que se financian a través de otras actividades.
Muchos padres de niños con cáncer tienen dificultades para conseguir empleo, pues en ocasiones deben permanecer con sus pequeños en el hospital “y no hay ninguna empresa que acepte muchas faltas en el trabajo”.
“Entonces nos parece que esta manera de darles trabajo, cuando ellos tienen el tiempo de hacerlo, puede beneficiar a estas familias”, agregó.
Unas veinte familias son parte de esta iniciativa, que ha tenido una respuesta positiva en La Paz y otras regiones bolivianas desde que comenzó a andar en diciembre del año pasado.
Al margen del dinero, la actividad estimula la creatividad de los niños y se convierte en una especie de “terapia ocupacional” para que los padres despejen la mente al menos momentáneamente.
De ello da cuenta Elizabeth Gonzales, a cuyo hijo Eduardo, de 8 años de edad, le detectaron en 2013 una leucemia linfoblástica aguda de células B.
Gonzales comentó a Efe lo divertido que es hacer los muñecos, porque los niños dejan “volar la imaginación” y cortan diversas formas en tela para poner “lindas caritas” a los monstruos.
“Es muy buena recreación para nuestros niños, para nosotros también, que nos ayuda a quitar el estrés y la preocupación y en parte también nos divertimos”, afirmó.
Aunque la enfermedad de Eduardo ya está controlada, el tratamiento contra el cáncer es muy costoso y en ocasiones las familias deben endeudarse para costearlo.
“No en su totalidad, sería excelente, pero esto nos ayuda de alguna manera para abastecer los gastos que tenemos los papás”, destacó.
A Judith López le cuesta un poco hablar sobre la enfermedad de su pequeña Briana, de 4 años, que perdió un ojo a causa de un retinoblastoma.
“Gracias a Dios ella salvó el otro ojo, está en control. A veces recordar es bien doloroso”, manifestó López a Efe.
El hacer los monstruos resulta “desestresante” para su familia, pues es un momento de risas y juegos.
“Cada peso a nosotros nos sirve”, afirmó a Efe por su parte Ruth Ramírez, cuya hija Keily, de casi 3 años, “conoció” el cáncer a sus 3 meses de vida.
A esta pequeña le diagnosticaron un neuroblastoma indiferenciado que estaba “muy avanzado”, al punto que los médicos dijeron a sus padres que no podría sobrevivir porque era tan solo una bebé. (EFE)
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