Prioridad a la educación e innovación

En el último tiempo, se ha acentuado en la opinión de escritores y orientadores de la opinión pública el criterio de que es indispensable otorgar la máxima prioridad a la educación, porque de ella depende el futuro de la sociedad. En la actualidad existe mucha preocupación por la intensidad a la que están llegando los delitos y otros desajustes en el comportamiento humano.

En este orden, con impresionante frecuencia se informa en estos días sobre la corrupción que prevalece en la administración de los bienes públicos, pero más grave puede ser el alto grado de incidencia en los feminicidios, o sea el asesinato de mujeres.

En el pasado, tanto en la enseñanza primaria como secundaria existía una materia de estudio, la de sociales. Extrañamente, desde hace años el Ministerio de Educación la ha suprimido, probablemente con la presunción equivocada de que era innecesaria, cuando en realidad es más importante que todas las demás, entre ellas las propias ciencias y las matemáticas.

Cómo se puede suponer que la materia de sociales sea una vanalidad, cuando de ella depende la formación educativa de los seres humanos. De qué sirve que sean muy sabios en esas materias, cuando su propio conocimiento y desarrollo dependen de la concepción social que tengan niños, adolescentes, jóvenes y adultos. De esta manera, quedan involucradas las sociedades en su conjunto.

En la enseñanza de la materia de sociales se aprende el comportamiento que se debe tener en todas las etapas de la vida. De qué sirve tener títulos profesionales en las distintas ramas del saber humano, cuando por falta del trato social, que es lo que se aprende con la materia de sociales, se incurre en el mal trato familiar, en la torpeza en las relaciones laborales y, por último, en la mala conducción de los intereses públicos y privados.

En este tiempo se supone que la sociabilidad se practica con el consumo de bebidas alcohólicas y en los juegos, tanto de varones como de mujeres, cuando precisamente en estas circunstancias es cuando se debe tener un alto sentido y práctica de la conducta social, individual y colectiva. El buen comportamiento social es indispensable para constituir un hogar, una familia con hijos y ser parte de una sociedad, la que además es representativa de un país.

Cuando se hace turismo se tiene la oportunidad de discriminar la calidad humana de cada uno de ellos. De ahí que cuando se realiza viajes al exterior, por necesidades determinadas o simplemente por turismo, las experiencias que se recoge no siempre son similares o se las observa con indiferencia, cuando podían ser lecciones de vida.

Hay diferencias, unas veces con opiniones favorables y en otras son adversas, y en ocasiones inclusive hasta muy humillantes para las naciones y los pueblos, en particular cuando los visitantes provienen de otros continentes.

Puede que al respecto prevalezca el no importismo, pero a la postre tienden a ser importantes, porque de ello depende que haya turismo, que en estos tiempos se ha constituido en uno de los componentes significativos de la economía de los países.

Todo ello depende, pues, de la educación de los pueblos. A propósito, puede ser muy ilustrativo referirse al libro del escritor argentino Andrés Oppenheimer “¡Crear o morir!”, cuyo subtítulo es sumamente ilustrativo cuando expresa: “La esperanza de América Latina y las cinco claves de la innovación”.

Precisamente, ésta la sustenta en el grado de educación que tengan los pueblos. Expresa, al respecto, que “el gran desafío de la región, más que nunca, era mejorar dramáticamente la calidad de la educación, incentivar la innovación y exportar productos de mayor valor agregado, para no quedarse cada vez más rezagados del resto del mundo”.

Anota, luego, para complementar la iniciativa, que “Un extenso estudio del Banco Mundial sobre la innovación en Latinoamérica, publicado en 2014 con el título “Muchas empresas, pero poca innovación en Latinoamérica, ofreció una fotografía sombría de la creatividad productiva de la región. El estudio concluía que “América Latina y el Caribe sufren de un rezago en innovación”.

Más adelante expone que “todos los países de Latinoamérica y el Caribe juntos presentan apenas unas 1.200 aplicaciones anuales de patentes de nuevas invenciones ante la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), lo que constituye apenas el 10% de las 12.400 patentes que presenta Corea del Sur anualmente ante esa institución de las Naciones Unidas. También Israel, con solo 8 millones de habitantes, registra más solicitudes de patentes de nuevas invenciones que todos los países latinoamericanos y caribeños juntos, con casi 600 millones de habitantes.