Falta tan solo un día para el partido de vuelta entre River Plate y Boca Juniors que definirá el primer Superclásico en una final de la Copa Libertadores y los nervios ya afloran en los bares de Buenos Aires en hinchas xeneizes, millonarios e incluso de otros equipos argentinos.
“Fijate que vas caminando y todo el mundo está hablando de lo mismo, nos olvidamos un poco de la economía, mirá que estamos mal económicamente, pero el partido te saca un poco de los problemas que tenés”, afirma Lito Corvalán, que es hincha de Racing y lo ve desde la distancia del aficionado neutral.
Corvalán, taxista veterano, hace un descanso del trabajo y se toma un expreso en uno de los bares futboleros con más solera de la capital, “El Banderín”, en el barrio porteño de Almagro, donde la mayoría de los parroquianos de la mañana del jueves son de Atlanta y San Lorenzo.
Los típicos banderines que los equipos intercambian antes del inicio de los choques y camisetas históricas de River y Boca, firmadas por jugadores, visten las paredes del local mientras Corvalán, antes de hablar de fútbol, confiesa que para él, ese establecimiento es “como la madre o la abuela, es algo de siempre”.
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