Miguel Ángel Martínez Portocarrero
El gobierno insiste en que el súper etanol 92 no sólo redundará en beneficios para las arcas fiscales, sino que los automotores funcionarán a las mil maravillas, al tratarse de un combustible óptimo y limpio. Hechas las averiguaciones del caso, nos enteramos que ese producto no es más que la gasolina común, añadida con 10 o 12% de etanol (alcohol etílico), derivado de la fermentación de biomasa de caña de azúcar.
Pese a que la producción de éste es más simple y menos onerosa que la de combustibles fósiles, su desprestigio es creciente. Expertos en la materia aducen que el súper etanol 92 en general acarrea más perjuicios que beneficios. Veamos:
1.- El motor de un vehículo diseñado para funcionar con un determinado rango de octanos de gasolina (92 en el caso de Bolivia), no reacciona de la misma manera con el añadido de etanol, porque cambia el cociente de compresión o sincronización de la chispa. Es decir, se retrasa la compresión del combustible antes de la combustión, dando lugar a la elevación de la temperatura de los gases y a un proceso de carbonización del sistema de expulsión de éstos. El problema se acrecienta y diversifica en una altura superior a los 2.500 metros sobre el nivel del mar.
2.- El agua que contiene el etanol a la larga corroe el sistema de inyección, restando vida útil a los automotores convencionales.
3.- Al mezclarlo con gasolina, el etanol (más volátil por su bajo peso molecular) incide en el incremento de la presión de vapor y la volatilidad, por lo cual el rendimiento del combustible en total decae un 30% aproximadamente. Particularidad que afecta a la economía del consumidor en la misma proporción.
4.- La generación ininterrumpida de etanol demanda una cantidad sideral de caña de azúcar. Siendo el Estado productor y comercializador de ese combustible, presiona a la empresa privada para que intensifique cultivos, a riesgo de la desertificación de suelos y la ampliación de la frontera agrícola.
5.- El Estado está obligado a comprar la caña de azúcar a precios poco razonables, afectando con ello las finanzas públicas.
En resumen, el súper etanol posee contraindicaciones, que más vale tomarlas en cuenta en la hora de consumirlo. No sólo por su probable nocividad para la maquinaria vehicular, sino por su inexplicable costo en el mercado boliviano, superior al de la gasolina simple. En los sesenta países que lo han adoptado parcialmente, el súper etanol es más barato que la gasolina, dadas sus características de extrema volatilidad y menor rendimiento.
Remitiéndome a los aspectos señalados, sospecho que el gobierno finalmente encontró la fórmula para subir el precio de la gasolina. De ser así, estaríamos en la antesala de una crisis económica y social de grandes proporciones e impensadas derivaciones.
El autor es periodista.
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