Al principio, los científicos determinaron cómo la intensidad y la forma de la señal de localización se comportan entre sí, según el tipo de objeto. "Encontramos que esta proporción siempre es constante para los mismos objetos", dice von der Emde. "Y esto se aplica independientemente de su distancia u otros parámetros ambientales". "Por lo tanto, una larva de mosquito tiene en realidad un 'color eléctrico' constante, que es claramente diferente al de otras larvas, partes de plantas, miembros de la misma especie u otros peces", sostuvo Martin Gottwald, del Instituto de Zoología de la Universidad de Bonn.
Los investigadores examinaron hasta qué punto sus animales de laboratorio usaron esta información. Les presentaron varios "mini chips" electrónicos con un diámetro de solo un milímetro. Algunos chips produjeron diferentes colores eléctricos; por ejemplo, brillaban como una larva de mosquito o como otras larvas de insectos. Otros chips eran eléctricamente "incoloros", similar a un guijarro.
El efecto fue asombroso: si los chips estaban coloreadas como su comida favorita, el pez de nariz de elefante masticó reflexivamente. Se dejaron engañar de esta manera en el 70 por ciento de los casos, a pesar de que las comidas falsas no olían en absoluto como una presa típica. En gran parte rechazaron chips de diferentes colores, e incluso ignoraron completamente los incoloros eléctricamente. "Esto puede sugerir que el color de la presa está cableado en los cerebros de los peces", especula von der Emde.
Eso tendría sentido: las propiedades eléctricas de los seres vivos (y, por lo tanto, también su color) están determinadas de manera decisiva por su estructura interna. Y esto no se puede cambiar fácilmente.