Beatriz Tarancón Sánchez
Muchas veces he intentado transformar la palabra “integración” en una realidad. He acudido a múltiples terapias para “normalizar” mi personalidad. Desde que alguien con una bata blanca me sentenció con trastorno bipolar pensé que tenía que utilizar todos los recursos a mi alcance para cambiarme de cabeza a los pies, cuando en realidad me estaba convirtiendo en dos personas diferentes, la real y la aproximada.
Con los años vas aprendiendo a que tu vida es un cúmulo sin vector de pasiones, intensidad y sinrazones. Que muchas personas no te comprenderán y se alejarán de ti, que existen unos protocolos no escritos donde ser distinto e impredecible está penado con el silenciamiento, la marginalidad y al fin la pobreza.
Algunos que dijeron ser tus amigos en realidad eran amigos de una “imagen”, las empresas que abogaban por esa “integración” no toleraban una baja larga por depresión, porque al fin resultaba que aquélla no era productiva. Y entonces quedas tú solo en el camino, pues eres tú y tus circunstancias, con la diferencia de que esas circunstancias dependen de esa personalidad compleja, que a veces se apasiona e inicia múltiples proyectos, que ve la vida de color de rosa, que disfruta con cada cosa que percibe por los sentidos y en otras es la que se lanza al abismo de desesperación, sin trabajo, sin red social, sin poder levantarse de una cama.
¿Qué has hecho mal para que tus emociones se desborden así?, ¿ser así?
Con el paso de los años te vas dando cuenta de que miles de medicamentos, miles de psicoterapias, miles de racionalizaciones no tienen el derecho de hacerte fingir quién de verdad eres, tu verdadera esencia. Que seas una tragedia, una comedia o una tragicomedia esa eres tú, una persona al fin.
Cuando eres una utopía ves que todo es posible, pero ¿las utopías no se han basado en esta premisa?, cuando eres una desgracia aparecen la injusticia y la tristeza, ¿no son los sentimientos que lógicamente aparecen?, ¿por qué guardando la más pura coherencia interna juntos debemos verlos como una patología?
Dicen que vivimos en una época de cambio, cuando en realidad nos resulta difícil aceptar que desconocemos qué son las personas, dicen que las máquinas sustituirán a éstas cuando no toleramos los motivos, las reacciones, las elecciones que no siguen un patrón determinado. Ningún algoritmo sería capaz de predecir el comportamiento humano, pues los actos de esta naturaleza aún no generan una completa empatía entre todos.
Y esto queda aún más agravado por esta sociedad narcisista dirigida por la imagen y el discurso manipulado de líderes que se empeñan en hacer de nuestro mundo un lugar cada vez más homogéneo e identificado con símbolos que nos distancian. Estar en los márgenes aún nos permite a algunas defender que todos tenemos una dignidad irreductible.
La autora es abogada.
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