Casi sin percatarnos, menos hacer conciencia sobre su trascendencia histórica, en Bolivia estamos viviendo, en buena parte de las actividades, la automatización, lo que significa que las actividades están dejando de ser manuales. Como antesala de la automatización, se tiene la experiencia de la mecanización en el trabajo, la que todavía prevalece en el país, por el rezago económico, pero al mismo tiempo, por esta vía, implícitamente se está llegando a la automatización.
De lo que no puede ya haber duda es que ésta se impondrá plenamente, porque la propia mecanización está acelerando su desarrollo, con las muchas implicaciones que tiene, la principal de las cuales es reducir el trabajo manual.
Acerca de este proceso que se está imponiendo en América Latina, el escritor argentino Andrés Oppenheimer ha puesto en circulación su último libro, al que le dio un título impactante: ¡Sálvese quien pueda!, agregando el subtítulo “El futuro del trabajo en la era de la automatización”.
En la contratapa, la empresa editora “Debate” expone que “en las próximas dos décadas, casi la mitad de los trabajos será reemplazado por computadoras con inteligencia artificial”. Y con letra de mayor dimensión, anota que el “47% de los empleos será reemplazado por robots o computadoras inteligentes, ¿quién está preparado?”.
Sin lugar a dudas, esto ocurre ya en América Latina, los gobiernos, que son los conductores del destino de los pueblos, no están haciendo lo necesario acerca de la perspectiva que aguarda a la región.
El autor del libro en su Prólogo hace ciertos anticipos de lo que irá sucediendo, sin perspectivas de retorno. Menciona que entre las investigaciones que realizó para escribirlo, recorrió buena parte del mundo, habiendo encontrado que un estudio de la Universidad de Oxford, en Gran Bretaña, “pronosticó que el 47% de los empleos corren el riesgo de ser reemplazados por robots y computadoras con inteligencia artificial en Estados Unidos durante los próximos 15 a 20 años”. El libro data de 2017.
Empero, entre los hallazgos de sus investigaciones, refiere que “el proceso de destrucción creativa de la tecnología está logrando crear nuevas empresas, pero a costa de terminar con otras que empleaban mucho más gente. Kodak, un ícono de la industria fotográfica que tenía 140.000 empleos, fue empujada a la bancarrota en 2012 por Instagram; una Blockbuster, la cadena de tiendas de alquiler de películas que llegó a tener 60.000 empleados en todo el mundo, se había ido a la quiebra poco antes, por no poder competir con Netflix, otra pequeña empresa que empezó mandando películas a domicilio con apenas 30 empleados; General Motors, que en su época de oro llegó a tener 618.000 empleados y hoy tiene 202.000, se ve amenazada por Tesla y Google, que están desarrollando a pasos acelerados el auto que se maneja solo y que tienen respectivamente 30.000 y 55.000 empleados.
En Bolivia tomará tiempo que se llegue a estas situaciones, pero es necesario que éste y los gobiernos que le sucedan, así como las empresas y los propios empleados, empiecen a pensar en su futuro y las perspectivas que puedan tener para resolver sus problemas, en particular éstos últimos.
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