No es novedad que algunos profesores castigan a sus alumnos con “regalos” o varillas; que los someten a “plantones” y hasta los avergüenzan delante de sus compañeros, cuando han faltado a la disciplina, se comportan desobedientes o no hacen sus tareas; estas prácticas son de siempre; pero no son sistemas apropiados para educar a los niños. No corresponde que profesores “levanten la mano” contra niños por grave que haya sido una falta de ellos, por su poca edad y hasta por carencia de educación en su hogar. Más bien se los debería orientar sobre el comportamiento que deben tener en la escuela.
Los niños obran muchas veces instintivamente y sin reflexión alguna; en cambio, los profesores se entiende que tienen la debida formación y, sobre todo, los sentimientos para comprender a menores que no siempre razonan de manera correcta. Castigarlos de hecho con instrumentos de madera o imponerles castigos que deben cumplir en horarios fuera de clases, no corresponde y lo que deben hacer los profesores “víctimas” de malos comportamientos de sus alumnos, es informar a la dirección del establecimiento y, en última instancia, cuando las faltas del alumno han sido reiteradas, llamar a los padres del niño y ponerlos al tanto de lo que ocurre, de tal modo que, entre padres de familia y profesor, puedan encontrar los mejores medios y sistemas para educar al niño y mostrarle que los caminos escogidos por él no son aceptables.
Las denuncias de varios padres de familia de escuelas de todo el país son muchas; en casos, se cree que el Ministerio de Educación “debería corregir situaciones anómalas”, pero la realidad es que la autoridad solo podría amonestar al profesor y al director; pero poner los remedios precisos es labor del maestro que, conjuntamente la familia, podría alcanzar resultados positivos. En ningún caso corresponden castigos que, a la vez, impliquen avergonzar al niño delante de sus compañeros.
Es preciso que, en primera instancia, sean los padres de familia quienes corrijan a sus hijos y les enseñen normas de comportamiento no solamente en sus hogares sino, muy especialmente, en las escuelas con los profesores y con los mismos compañeros. El niño comprende las situaciones difíciles y, tratándolo con amor, respeto y consideración, es casi seguro que corregirá su comportamiento y obrará debidamente.
De todos modos, será necesario que el Ministerio de Educación, mediante los directores de escuelas y colegios, llame la atención debida a profesores que abusan de su autoridad de maestros y les instruya sobre cuáles deben ser sus conductas con niños indisciplinados y que resultan mal ejemplo para sus compañeros, además de irrespetuosos con sus maestros. La escuela es centro de aprendizaje para los niños y, sobre todo, lugar donde el acopio de virtudes debe estar a cargo de maestros que, por vocación, deben amar y comprender a los niños.
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