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El TSE se encamina a presidir una elección en la que no habrá elección. Esta extraña figura costará a los bolsillos de los contribuyentes la bicoca de casi 27 millones de bolivianos, suma equivalente al costo de cinco hospitales equipados, capaces de atender las necesidades de salud de otras tantas áreas rurales y urbanas. Contra el gasto ha tomado cuerpo un movimiento de resistencia que demanda la cancelación de esa elección, pues luce como una manera escondida de dar legitimidad a la candidatura del presidente Evo Morales y de su vicepresidente Álvaro García, vetada por el referéndum del 21 de febrero de 2016.
A la voluntad de ese referéndum, que cerró la posibilidad legal de que Morales candidatee por cuarta vez, el partido del gobierno interpuso un fallo del Tribunal Constitucional, que declaró válida la re-re-re candidatura con base en el discutible argumento de que prohibir las candidaturas repetidas sería atentar contra un supuesto derecho humano de esas autoridades. El argumento es visto por dirigentes de oposición como una mofa cruel que curiosamente coincide con el 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos este 10 de diciembre.
Al cerrarse las inscripciones el miércoles, las organizaciones registradas (nueve) tenían solo un binomio, con lo cual las primarias quedaron en entredicho. “Por definición, con una sola formula no hay elección, pues al elector no se le presenta opciones”, dijo José Antonio Quiroga, politólogo y dirigente en el frente Comunidad Ciudadana que postula al ex presidente Carlos Mesa. “Para poder elegir debe dársele al elector siquiera dos opciones”. De otra forma, se instalaría en el país el sistema que aún rige en Cuba y en los que dirigía la ex Unión Soviética.
Freddy Terrazas, Jefe Nacional de Acción Democrática Nacionalista (ADN), fue más radical: “Esta elección (prevista para el 27 de enero) debe abortar, pues no tiene ninguna razón de ser”.
No parecían existir opiniones discrepantes en todos los segmentos opositores que, pese a prepararse a desgano para concurrir, ven la elección con sospecha. “El referéndum del 21 de febrero fue un mandato supremo que no debería ser siquiera discutido”, agregó Terrazas. Ese referéndum rechazó la posibilidad de modificar el artículo 168 de la Constitución actual que prohíbe las re-re-re consecutivas que pretende el partido de gobierno.
Los estudiosos recalcan que ofrecer siquiera dos opciones expresa un principio de la libertad humana que, para manifestarse, requiere de cuando menos dos posibilidades. Una elección sin opciones anunciaría una abstención masiva de la ciudadanía.
El Tribunal Supremo Electoral, sin embargo, decidió el viernes ignorar presiones y reiteró que las primarias tendrán lugar y asumió la responsabilidad por la participación del binomio gubernamental Morales-García en las primarias de enero.
Con los regímenes que militan en el Socialismo del Siglo XXI (Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia) en declinación, perder una elección representa un peligro existencial para todo el bloque. La pérdida de elecciones en Argentina, Paraguay, Chile, Ecuador y, ahora, Brasil, lo ha restringido a la mínima expresión. Eso, para muchos analistas, explica la resistencia que ofrecen los regímenes sobrevivientes a ceder cualquier nuevo espacio a sus adversarios.
La perspectiva inmediata era de tensión progresiva del ambiente político.
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