El mediocampista del Real Madrid vivió situaciones duras en su niñez, pero con humildad y con talento supo vencerlas. Hoy es el mejor, superó a Messi y Cristiano Ronaldo.
Pocos hubieran vaticinado que aquel niño pequeño y muy tímido, durante un tiempo pastor de cabras y más tarde refugiado de la guerra que desmembró Yugoslavia, se convertiría en el mejor jugador del mundo. Pero esa ha sido la vida del croata Luka Modric, marcada por la superación, la humildad y el talento.
En 2018, el futbolista croata de 33 años ha coronado su carrera con los mayores premios en el mundo del fútbol, durante años acaparados por Cristiano Ronaldo y Leo Messi.
Con el Real Madrid ganó otra Liga de Campeones, con Croacia fue subcampeón en el Mundial de Rusia, donde además fue elegido mejor jugador, y luego los premios de la UEFA al Mejor Jugador en Europa y el Mejor Jugador del Mundo por la FIFA.
A este “niño de la guerra” proveniente de una aldea remota de los escarpados montes de Velebit lo rechazó algún club cuando era muy joven por su baja estatura, algo que, lejos de desanimarle, lo convenció de que su desventaja física tenía que suplirla con destreza. A los cinco años el pequeño Modric, nacido en 1985, pastoreaba cabras en un monte con lobos y a los seis perdió a uno de sus seres más queridos, su abuelo Luka, de quien recibió el nombre y que fue asesinado por paramilitares serbios.
La familia tuvo que abandonar el lugar después de que los paramilitares quemaran su casa, cuya ruina calcinada continúa en un paraje en el que todavía hoy se alerta de la existencia de minas de la guerra.
“La guerra me hizo más fuerte, fue un momento muy difícil para mí y para mi familia. No quiero arrastrar eso conmigo para siempre, pero tampoco quiero olvidarlo”, declaró en una ocasión Modric, que no suele hablar mucho de su pasado.
Esas dificultades -también los problemas económicos de su familia- forjaron su enorme resistencia física y mental, según coinciden también sus amigos.
“Todo estaba contra él, el pobre lugar en el que nació, la guerra y el destierro, incluso su baja estatura por la que fue rechazado por el Hajduk Split. Pero las dificultades de crecer con condiciones materiales precarias y las tragedias de la guerra formaron en él un carácter inquebrantable, y con trabajo y paciencia convirtió sus inconvenientes físicos en ventajas”, resume uno de sus biógrafos, el periodista Goran Cop.
Modric empezó a entrenarse a los siete años como refugiado en el NK Zadar, captado por un entrenador que había oído que a un niño le gustaba tanto el fútbol que incluso dormía con su balón. No tardó en destacar y en que grandes del fútbol croata, como el Dínamo, se fijaran en él.
“Lo había visto cuando todavía jugaba con los cadetes y enseguida me enamoró. Se notaba esa enorme precisión técnica, su enorme versatilidad de movimientos, cosas tremendamente importantes, pero también estaba ese “factor X” que sientes cuando ves algo extraordinario”, recuerda Zoran Mamic, su entrenador en el primer equipo del Dinamo.
Antes de llegar a la primera plantilla del Dínamo jugó cedido en varios equipos, donde siempre influyó en el juego. En 2003, en el HSK Zrinski de Mostar, de la primera división bosnia, maravilló al público al superar con su técnica a jugadores mucho más corpulentos.
En 2004 recaló en el Inter Zapresic, club de una localidad cercana a Zagreb que con Modric logró su mejor clasificación como subcampeón de liga.
Con Modric ya en el Dínamo de Zagreb, este club ganó la liga croata a partir de 2005 y en 2008, con 22 años, fichó por el Tottenham y se fue a vivir a Londres. Su carácter tímido no le hace rehuir la responsabilidad y en todos sus equipos ha liderado la creación, con una gran influencia en el ritmo de juego.
Ese papel en la elaboración fue determinante para que el Real Madrid lo fichara en 2012. Modric ha sido fundamental en un equipo de leyenda que ha ganado cuatro de las cinco últimas Ligas de Campeones.
EFE
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