“No se trata de asistencia médica, sino de un seguro de salud, lo que necesita la gente. Para eso se necesita mucho dinero y un proyecto. Sin ello es imposible concretar lo que se ofrece. Como ejemplo, dijo, hace 20 años la CNS manejaba al año 120 millones de dólares para un 25 por ciento de la población asegurada e imagine cuánto se necesitaría hoy”, me dijo un experto en seguridad social, a tiempo de enfatizar que él está trabajando y tiene una propuesta al respecto, aunque todavía le faltan pequeños detalles”. De ese modo se refirió en torno al anuncio gubernamental sobre la implementación del Seguro Universal de Salud Gratuito, desde 2019, con una inversión de 200 millones de dólares.
Hizo énfasis en que su proyecto contempla un plan de sostenibilidad, dado que al presente pareciera que carecen de uno, dado que en todo caso poco más de 30 por ciento de la población laboral, hasta 2017, se encontraba cubierta por la seguridad social, de corto o largo plazo, y al casi 70 por ciento restante, a ser incorporado, solo se le daría asistencia médica, cuando a ellos les hace falta un seguro de salud, cosa muy diferente, acotando que “como están las cosas los ciudadanos continuamente son engañados por quienes manejan sus recursos que ellos generan, como el caso de los aportes administrados por los fondos de pensiones, montos millonarios con los que lucran logrando enormes dividendos y mientras al trabajador se le da una magra renta que jamás alcanza el 100 por ciento de su salario, con excepción de alguno que otro sector privilegiado que sí lo tiene”. Es cuando protestan, ya que si alguien ha estado cotizando sobre los 10 mil bolivianos de sueldo, y al jubilarse le den sólo 4 mil mensuales de renta, siente que le están robando; por ello “la gente se da la vuelta en un ratito”.
“Actúan como la banca donde usted, al depositar su dinero, le pagan un interés mínimo, mientras que ella prestando su mismo dinero a otros gana muchísimo más”, refiere, para añadir que “es de siempre”, y es algo que debiera solucionar cualquier gobierno, con criterio de equidad, y velando por el capital humano del país, más aún cuando en las épocas actuales la incierta situación económica global obliga a la mesura en los gastos, sumándose la escasez de fuentes de trabajo, particularmente en la sede de gobierno y otras regiones, mientras Santa Cruz virtualmente es un polo de desarrollo.
Al no haber concluido su propuesta, según él debidamente sustentada, pidió mantener en reserva su nombre. Mientras, como conocedores de la “psicología popular” -psicología de multitudes- se puede inferir que en este tiempo de viva actividad política, por lo que ya viene, tal como elecciones primarias, generales, y las consiguientes pugnas, quienes están inmersos en la misma no tienen otra cosa que ofrecer planes y proyectos que se puedan hacer realidad.
De ahí que nuestro “pueblo psicólogo” está al acecho de las promesas de uno y otro lado, y exigirá que sean realistas y justos, dejando de lado la oferta del oro y el moro. Ante ello, quienes administran la cosa pública, y los que alientan el deseo de hacerlo en un futuro próximo, deben pensar con amplio juicio para implantar una verdadera justicia social, pues: “la gente siempre se da la vuelta al ratito”.
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