A lo largo de su existencia, Guillermo Bedregal dedicó, como característica innata, toda su acción y pensamiento al estudio y participación activa en las luchas políticas del país. Consideraba que el revolucionario se hacía en la práctica y no en el escritorio o el laboratorio. En la última etapa de su vida se concentró en perfeccionar sus conocimientos, haciendo abstracción de aspectos secundarios, captando lo esencial del desarrollo social boliviano y así conseguir, en una síntesis de sus conocimientos, lo que puede considerarse el legado de Guillermo Bedregal a la vida nacional y su partido.
En ningún momento dejó de pensar en el pasado, presente y futuro de la revolución nacional. Dejó escritos sobre ese tema unos veinte libros, cincuenta folletos y numerosos artículos de prensa que forman una biblioteca, referidos a la vida boliviana, esforzándose siempre en captar la realidad y obtener de ella conclusiones lógicas adecuadas, apoyándose en pensadores nacionales y acudiendo tanto a las visiones hegelianas, marxistas y de filósofos contemporáneos.
En últimos años, retirado de la actividad pública, enfiló su inquietud política al estudio del proceso histórico de Abril de 1952 y la personalidad de sus actores, enfocando esa perspectiva en sentido que Bolivia debía pasar de la etapa colonial-feudal a la etapa nacional-democrática no solo como idea producto de una realidad, sino, también, de una realidad transformada en idea que haga avanzar la historia. Se distinguía así de la tautología de los “revolucionarios de izquierda” (como si los revolucionarios pudiesen ser de derecha) que utilizaron, marxismo en ristre, la teoría de izquierda para hacer más de una vez, la contrarrevolución y llevar al país a la ultra derecha.
Ese proceso histórico culminado en 1952 -señalaba Bedregal- avanzó hasta 1964, cuando fue cortado por la contrarrevolución y persiste durante 50 años bajo el antifaz de izquierda, proceso que sugería debía retornar a su curso original. Es más, en esa visión trató de rectificar esa desviación acudiendo a la acción, aunque sin poder alcanzarlo. En ese sentido, señalaba que la revolución nacional es un proceso integral que solo avanzó hasta la mitad de su camino, que fue una revolución inconclusa, pero que existía la necesidad de completarla no solo como deseo partidario sino como necesidad histórica.
El proceso objetivo del ciclo de la revolución nacional-democrática, al ser quebrado por la restauración del colonialismo-neofeudal de 1964, no pudo llegar a su fin. Desviado por teorías políticas de toda laya, se trató de darle objetivos utópicos de ultraderecha o ultra izquierda que fracasaron unos tras otros en una cadena de gobiernos civiles y militares. La revolución perdió el rumbo por los golpes de timón producto de la desesperación y el aventurerismo ideológico de sus enemigos.
Ante ese rosario de intentos por desviar el curso nacional-democrático hacia el populismo, el fascismo, etc., lo que debe hacerse -insistía Bedregal- es retomar el curso histórico a partir del momento en que fue cortado, pero no para caer en otro círculo vicioso, sino para convertirlo en una espiral ascendente hasta llegar a su culminación. Más aún, no caer en la utopía de querer abrir un nuevo ciclo histórico con el estilo del Che o el retrógrado populismo actual.
Planteada así la situación, agregaba que Nación y Estado son una categoría dialéctica y que es necesario retornar al objetivo nacional con su propio Estado democrático, factores que se relacionen mutuamente para construir “una nación de verdad”. En otro sentido, debe completarse el ciclo histórico iniciado en 1952, proceso independiente de la voluntad de las corrientes ideológicas subjetivas contemporáneas.
Así, la forma de normalizar la vida de Bolivia sería retornar y completar el ciclo histórico de la revolución nacional, pero no solo en cuanto al aspecto formal-nacional, sino dándole absoluto contenido democrático, considerando que esos valores, Nación y Estado, no pueden existir en forma aislada y solo se cumplen cuando coexisten.
Guillermo Bedregal sostenía que la Revolución Nacional-Democrática se reanudará de forma inevitable como producto de la realidad boliviana, pero partiendo ya no desde en su punto inicial, sino desde el momento que fue cortada, utilizando nuevas estrategias y tácticas, una segunda etapa para corregir, perfeccionar y completar lo que se había hecho hasta entonces. Ese sería el legado político de Guillermo Bedregal.
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