Del libro de Andrés Oppenheimer
El 47 % de los empleos actuales en los EEUU podría desaparecer en los próximos 15 a 20 años, a causa de la automatización de los puestos de trabajo. Una carrera tecnológica sin precedentes en la historia de la humanidad está aconteciendo hoy en países desarrollados, principalmente en Japón, Alemania, EEUU, Corea del Sur y China. Esta etapa derivará en el reemplazo total o parcial del trabajo humano, escribe Andrés Oppenheimer en su nuevo libro ¡Sálvese quien pueda!
El mundo ha ingresado a la Cuarta Revolución Industrial impulsado por el vertiginoso avance tecnológico de la inteligencia artificial, cuyos efectos serán el desempleo tecnológico, disminución de los precios de los productos y servicios, crecimiento económico, descontento social y, a su vez, mayor tiempo disponible y mejor calidad de vida para la humanidad. El desarrollo de las anteriores revoluciones industriales en la actividad económica y la sociedad fueron lentos y progresivos, no disruptivos, en cambio la cuarta revolución industrial está marchando a una velocidad exponencial y desde varios frentes, cuyas repercusiones serán transversales, traumáticas y aceleradas, en los siguientes 20 años. La transición a un mundo automatizado será cruel e imparable.
Al presente, sólo una empresa en Japón (Yaskawa) está produciendo 2.200 robots industriales mes (80 % para exportación), China se encuentra robotizando su industria a gran velocidad, bajo el plan estratégico Made in China 2025 (en 2016 Foxconn sustituyó 60.000 empleados por una centena de robots, Changying. En precisión, reemplazó a 590 de los 650 empleados por 60 brazos robóticos, elevando su productividad en 250 %), el 2015 incorporó más de 50.000 robots a su industria; para 2020 se prevé que 2.6 millones de robots estarán trabajando en el mundo entero; la generalidad del servicio público de taxis y de transporte de carga en EEUU funcionará sobre la base de vehículos autónomos y el servicio de entrega de compras vía drones.
La venta anual de robots industriales era de 70.000 unidades en 1995, la misma escaló a 280.000 para 2015. Hasta inicios de presente siglo, la robotización estaba anclada sobre todo en la industria automotriz, hoy en día está ampliándose a todas las actividades económicas; la robotización no es ya una opción, es una obligación, es cuestión de competitividad, de sobrevivencia. Las empresas que no se automaticen y los empleados que no se actualicen ni reinventen continuamente, serán irrelevantes y marginados.
La ventaja competitiva de un país no será tener mano de obra barata sino contar con robots de última generación, impresoras 3D, internet de avanzada y trabajadores flexibles, capacitados y con alta dosis de creatividad e imaginación. La innovación será una cualidad principal para la sobrevivencia y el petróleo del futuro serán los datos. Los sistemas educativos están obligados a replantear sus objetivos a la brevedad posible, en razón a que la formación académica en ciencias blandas y duras será la llave de ingreso a un mercado laboral cambiante.
Las profesiones del futuro deben contener fuerte componente de creatividad, empatía, valores, sensibilidad, trabajo en equipo e inmunidad al fracaso, al mismo tiempo ser flexibles e interdisciplinarios, el empleado debe capacitarse continuamente, contar con plan B y habilidades tecnológicas. Las nuevas profesiones, como los analistas de datos, técnicos en sensores, mantención y reparación de robots, creadores y adaptadores de software robótico, blindaje digital, cuidadores de mayores, asesores de consumo, entre otros, serán los más requeridos. Una característica de los empleos del futuro será la independencia laboral. Se está estudiando la aplicación de una renta básica universal para todos los seres humanos, con prioridad orientado a los desocupados tecnológicos, a objeto de reducir la desigualdad económica y social, socializar los beneficios de la automatización y mitigar el descontento social. (La Paz/Isaac Mamani Huanca)
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