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Formación del profesorado

Abel Nina Vargas

Antes de hablar sobre cómo detectar el acoso, es necesario analizar tal fenómeno. Debemos partir de la base de que toda relación se genera en el seno de un grupo y éste debe ser el foco del análisis de dichas relaciones, porque las causas de los posibles problemas se dan por diferentes factores que implican a todas las personas. Igualmente, cualquier intervención y acción educativa debe implicar a todo el grupo.

En la actualidad, muchas de las opciones de formación relacionadas con el acoso escolar, que se ofrece a la comunidad educativa, se centran más en los hechos que en las causas, con el objetivo de controlar y castigar al estudiante que los protagoniza. Es menos frecuente que se haga formación para la dinámica grupal y su gestión, con un enfoque educativo, a fin de incidir de manera sistemática en el derecho de todos los estudiantes a recibir educación y focalizar las intervenciones en los objetivos del proceso educativo marcados por la Unesco: saber conocer, saber hacer y de forma especial, saber ser y saber estar para convivir…

Cuando se habla de la víctima, se olvida al acosador, de forma muy inapropiada, ya que las tensiones y conflictos se producen en un contexto y se dan con múltiples actores. Por lo tanto, educativamente se debe hacer un análisis sistémico y la formación debe encaminarse en este sentido, tanto para la interpretación como para las acciones que puedan derivar, valorando las actitudes, lenguajes y dinámicas. Y para evitar los estereotipos vinculados a los actores, es preciso que la formación haga hincapié en promover y entender la educación globalmente, considerando que es una oportunidad para toda la población estudiantil. La implicación de los docentes, no solo desde la tutoría, sino de todo el claustro y del personal no docente, es fundamental para que se afronte el proceso educativo en una sociedad plural.

La escuela como institución es reflejo de dicha sociedad y si no se quiere que sea clasista y etnocéntrica, debe continuar cumpliendo con su función primordial de ser un ascensor para toda la población, con una idea de equidad, inclusividad y bienestar para todos los estudiantes, al margen de sus características, procedencia y condiciones sociales, y compartiendo con otros agentes de la comunidad el liderazgo profesional educativo necesario. No se trata de dejar al margen a las familias, sino de no dimitir del rol educativo de la institución, ya que el proceso de socialización tiene mayor fortaleza en el centro educativo por el número de personas que configuran los grupos de edad.

El grupo de iguales es el marco idóneo para el aprendizaje de las habilidades sociales, la resolución de conflictos y cuantas actitudes y competencias son necesarias en las relaciones: empatía, solidaridad, negociación, comunicación, toma de decisiones… que deben ser aprendidas y practicadas para saber estar en grupo, en la sociedad y adquirir la madurez necesaria para ejercer el rol de la ciudadanía.

Por ello, posiblemente la formación con que cuenta el profesorado para prevenir, detectar e intervenir en el bullying puede considerarse incompleta y debe incorporar nuevos enfoques y perspectivas, como corresponde a una profesión que tiene un gran impacto en la sociedad en constante cambio. “La formación adecuada para prevenir el bullying se debe encaminar a objetivos educativos: convivencia, práctica y aprendizaje de resolución de conflictos, y participación en la comunidad, como contexto donde se experimenta y practica la ciudadanía activa y la responsabilidad social”.

A pesar de esta posible falta de actualización en la formación, por el hecho de que los docentes pertenecen a un grupo profesional con capacidad para realizar aprendizajes entre iguales, debatir modelos y formas de actuar, y ampliar su formación, deben asumir su responsabilidad para continuar fortaleciendo las competencias a fin de abordar cuantos fenómenos se den en el centro educativo. Esto debe hacerlo el docente en estrecha colaboración con toda la comunidad educativa, debatiendo y consensuando el enfoque y acciones, porque el tema implica y exige la colaboración en las diferentes intervenciones.

Las habilidades que un docente requiere como líder implican: respeto, integridad, conocimiento y, sobre todo, capacidad para influir en los miembros del grupo “resolución de conflictos”. Para ello deberá valorar el clima participativo, donde todos se sientan escuchados, reconocidos y valorados. También tendrá que mostrar empatía, como modelo que el alumnado deberá aprender para comprender las situaciones y poder analizarlas.

 
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