Israel Camacho Monje
Es la pregunta que se hace el ciudadano común boliviano, que no alcanza a comprender cómo puede ser que un simple desistimiento -sabe Dios si logrado con una amenaza de muerte o con un cheque firmado por una cuantiosa suma de dinero- simple y llanamente deja sin valor alguno las sanciones de ley contra los autores de feminicidios, como en un caso sucedió hace poco en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.
Y es que desde hace algún tiempo se está haciendo costumbre en nuestro país, que mujeres que han sido víctimas de algunos energúmenos machistas, estén siendo presionadas, tanto por sus victimarios así como por sus supuestos defensores abogados, para que desistan de los procesos judiciales que en un principio les iniciaron, para que todo el peso de la justicia caiga sobre ellos, esto es, 30 años de cárcel y sin indulto.
Pero no ocurre eso, ante la súplica teatral de sus victimarios, que con lágrimas en los ojos y la voz quebrada de dolor aparentan un profundo arrepentimiento por lo que han hecho, dizque en un momento de ofuscación, en el que todo lo veían de negro y por lo tanto no sabían lo que estaban haciendo.
Y si bien reconocen lo mal que hicieron, y hasta aceptan ser merecedores de las sanciones más drásticas que la ley pueda aplicarles, consideran que también deberían ser merecedores de un perdón humanitario-familiar, pues “estando él tras las rejas carcelarias, sus familias corren el riesgo de disgregarse”, al tener ausente al jefe de familia. Es decir a ese hombre que con tanto sacrificio mantiene económicamente a su familia. Y alguno expresa que lo que más le aflige a él, es que sus pequeños hijos e hijas vayan a caer en manos sabe Dios de qué gente sin escrúpulos y sin moral.
Y estas palabras sentidas, de dolor y arrepentimiento de un esposo y padre de familia, que no sabía lo que estaba haciendo, curiosamente logran que las víctimas de feminicidios se sientan “culpables”, por haber sido castigadas o agredidas violentamente, pensando que no les da derecho para castigarlos de esa manera cruel, esto es de 30 años de cárcel y sin indulto. Y, además, las golpizas que recibieron en un pasado lejano o cercano, que eran tremendas, pero como no había a quién quejarse y ni mucho menos leyes como las existentes, todo quedaba en familia, sin que nadie se meta en la vida privada.
Lo cierto es que algunas mujeres, acostumbradas a recibir las palizas de siempre, simplemente optan por el desistimiento y perdonan a sus agresores. Esto en el fondo es una burla a la justicia. ¿Qué lástima, verdad?
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