La espada en la palabra
Es como una catástrofe el que se deje de lado cuestiones fundamentales que hacen a la dirección teórica de nuestras instituciones y nuestro espíritu. La pedagogía y la instrucción son un ejemplo de estas cuestiones fundamentales que se deja olvidadas.
La pedagogía es como la filosofía o el espíritu de la enseñanza, mientras que la instrucción está en un plano más político y está referida a las formas de canalización de la enseñanza. Todo esto, tomado en conjunto, hace a la educación.
La pedagogía puede traducirse primero en el qué y después en el cómo se debe enseñar.
La conclusión general a la que llega el lector del Emilio de Rousseau es la siguiente: el hombre se llega a hacer fuerte y sabio con una educación dura, disciplinada o estricta. La naturaleza, dura y noble al mismo tiempo y sabia y prudente en demasía, enseña como no lo hace ni la misma madre de un ser humano. «Si no queréis ser inexorables, ¿cómo podréis un día vencer conmigo?» (Nietzsche).
Tal vez sea el chovinismo una de las principales lacras latinoamericanas desde que se fundaran los Estados independientes. Sí ayuda a la consolidación de la nacionalidad de los países y sin su existencia no hubieran sido posibles los gloriosos imperios de ayer ni las grandes naciones de hoy, pero si no se utiliza con prudencia, y en cambio se hace de él musa y bacante de leyes, sistemas educacionales y discursos políticos, puede jugar un papel nefasto para el progreso del espíritu de los pueblos.
El sistema educacional boliviano actual está saturado de este chovinismo que, por ser demasiado nacionalista acaso, se muestra resentido con todo lo externo y pasado en la historia. Sistemas educacionales como éstos son negadores y no propositivos.
¿Qué y cómo debe aprender el niño boliviano?
Amemos nuestras lenguas, nuestras costumbres, nuestras leyendas, nuestros montes, lagos y llanos, nuestro folclore, en una palabra; pero no les digamos a nuestros hijos que en esas cosas termina el mundo o que en ellas están el futuro y el desarrollo. Aprendamos el aimara y demos una ojeada al quechua y al guaraní, idiomas tan ricos y variados que, por sus mismas morfología y estructura, aportan al hombre una noción de la conformación de los idiomas universales, ¡pero no creamos que con ellos ya lo hemos conquistado todo!
Así como la escolástica en un momento de la historia limitó al hombre sus posibilidades de expansión, nuestro chovinismo actual está restringiendo a nuestros hijos de las perspectivas mundiales de que pueden ser testigos. Como Rousseau decía, el niño debe estudiar, meditar, viajar, correr el mundo, así como descubrir lenguas extranjeras y la historia universal. Que nuestros pequeños se metan en el inglés, el francés, el alemán, el chino…
Soy nacionalista, y me paro sobre los pilares de la potencia de la raza, del suelo, de la idiosincrasia, etc., pero al mismo tiempo creo en el arte, en la ciencia y en todas las manifestaciones universales que son las únicas capaces de formar hombres inteligentes, enérgicos y ambiciosos.
Todo ese contenido deberá canalizarse en el debate parlamentario, en una ley y posteriormente en una reforma, que deberá ser conducida por un humanista boliviano y secundada por peritos extranjeros. La educación primaria es importante, pero quizá lo esencial está en las aulas de la enseñanza superior, hoy repletas de jóvenes embrutecidos por una mala política.
Es menester una reescritura, una reformulación de la ley de educación. El problema es grande porque, al tratarse de un proyecto de reforma educativa, a menos que los legisladores sean letrados o muy cultos, se necesitará la formación de una comisión de personas aptas para la formulación de un código educativo nuevo. Y si no tenemos personas aquí en el país, será necesario encargar esta tarea a una misión extrajera. Si tantas veces hemos recurrido a la cooperación internacional para paliar problemas de economía, ¿por qué dar la espalda al asesoramiento extranjero para asuntos de pedagogía?, ¿tal vez por el solo hecho de mantener un discurso anticolonial? ¡Estamos sacrificando el futuro de nuestros hijos!
El autor es licenciado en Ciencias Políticas.
Twitter: @ignaciov941
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