197 países
El presidente de la entidad, Michal Kurtyka, aseguró que se están haciendo todos los “esfuerzos” para lograr consenso en un trabajo que calificó de “duro”. Según un informe de las Naciones Unidas (ONU), las emisiones de CO2 han aumentado por primera vez en cuatro años.
Katowice (Polonia).- Representantes de 197 países, desde ayer, apuran los últimos compases de la cumbre del clima (COP24) para tratar de cerrar la letra pequeña del Acuerdo de París, aunque algunas diferencias persisten y ponen en duda la contundencia del texto final.
Con un borrador de 144 páginas sobre la mesa tras doce días de intensos contactos, los delegados siguen negociando en encuentros a múltiples bandas y reuniones bilaterales, para allanar el camino hacia el acuerdo satisfactorio para todos.
Antes de la reapertura del pleno a las 19.30 hora local (18.30 GMT), el presidente de la COP24, Michal Kurtyka, aseguró que se están haciendo todos los “esfuerzos” para lograr un acuerdo, un trabajo que calificó de “duro”.
La ministra española para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, valoró poco antes que el texto vaya a definir con nitidez las reglas del juego necesarias para que el Acuerdo de París entre en vigor, aunque lamentó que algunos aspectos puedan quedar “desdibujados”.
A su juicio, “no queda suficientemente claro que de lo que estamos hablando es de poner en marcha un motor para acelerar el proceso de la acción climática”, pero se logra el objetivo básico de fijar las guías para hacer operativo el Acuerdo de París, el llamado Libro de reglas.
Consideró que en el texto queda “bastante diluido” que es imprescindible avanzar hacia la plena descarbonización de la economía y que detener el aumento de la temperatura en 1,5 grados centígrados frente a niveles preindustriales “es todavía accesible”.
Los principales escollos hacia el acuerdo tienen que ver con el grado de ambición que recoja finalmente el texto, la financiación de los países desarrollados a los menos desarrollados y vulnerables, y el Libro de reglas que, pese a ser común a todos, comprometa a los países en función de sus capacidades y emisiones históricas.
“Necesitamos una visión basada en una alta ambición”, aseguró el comisario europeo de Acción Climática y Energía, Miguel Arias-Cañete, en nombre de la Coalición de Ambición Elevada, una treintena de países que abogan por avanzar decididamente en la lucha contra el calentamiento global.
A su juicio, son precisos un “libro de reglas sólido” y un acuerdo en el que se recoja el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), que insta a un cambio “urgente y sin precedentes” para frenar el aumento de las temperaturas en 1,5 grados centígrados con respecto a niveles preindustriales.
Cómo se mencione este documento en el texto final es relevante -y ha sido objeto de controversia durante días- porque no es lo mismo que se asuma -implicaría aceptarlo como base científica del proceso- a que simplemente se tome nota de su publicación, como quieren EE.UU., Rusia, Kuwait y Arabia Saudí.
Sven Harmeling, responsable de cambio climático de CARE International, aseguró que incluir el informe del IPCC es “esencial” como base científica para explicar los efectos ya perceptibles del calentamiento global y para fijar el nivel necesario de recorte de emisiones.
Otro elemento sin resolver es el grado de presión que se ejercerá sobre los países para que eleven para 2020 sus planes de reducción de huella ecológica, las llamadas Contribuciones Determinadas Nacionalmente (NDC).
Los grupos ecologistas, que han realizado varias protestas en el centro de congresos de Katowice, han exigido que el texto final no “invite” a los países actualizar al alza sus planes, sino que les obligue a ello.
Jennifer Morgan, directora ejecutiva de Greenpeace International, consideró imprescindible que se recoja la “obligación” de los países “de aumentar la ambición para 2020”.
La financiación vuelve a ser un problema, centrado en esta ocasión en el apartado de “Pérdidas y daños”, que los menos desarrollados quieren como sección aparte -con su correspondiente partida económica-, frente al criterio de los desarrollados.
Con respecto a la diferenciación, una histórica reivindicación de los países en vías de desarrollo, parece que finalmente va a haber un catálogo común de reglas –único-, como exigían los industrializados, pero con dosis de flexibilidad para las naciones con menos capacidades. Aunque queda pulir los detalles. (EFE)
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