Aunque S.E. no lo quiere entender, la gran mayoría del pueblo boliviano está exasperado con el “proceso de cambio”, y las maniobras para llegar a una cuarta gestión consecutiva han provocado indignación en la gente, como se puede ver en las calles. Los desaires y abucheos a S.E. y a sus subalternos, que eran impensables hacen dos o tres años, no son producto de maldades de la “derecha”, ni del “imperio”, sino que la ciudadanía se cansó de oír lo mismo: que en el 2005 no había nada y ahora hay muchísimo. Claro, no dice que durante su gobierno el precio del gas, descubierto por sus antecesores, subió casi en diez veces, aunque él no halló ni un campo productivo y se dedicó a secarlos todos.
Ya no se trata solamente de que el MAS haya sido derrotado el 21-F, ni en las elecciones judiciales ni que las encuestas lo aplacen, sino que su imagen de incompetencia y corrupción resultan alarmantes. Si durante 13 años de gestión S.E. solo puede exhibir lo que hay (más canchas y coliseos que hospitales y colegios) entonces estamos ante un mal gobierno. Si se ha invertido sin buen criterio en las empresas del Estado, tirando millones a la basura, habrá que ponerse a pensar qué hubiera hecho otro mandatario eficiente con la fortuna derrochada por S.E.
Existe un ánimo de violencia en el país que va a ir creciendo si S.E. se emperra en su re-re-reelección. Ahora se han sumado a las protestas los universitarios, que estaban al margen. Y están decepcionados muchos de los gremios y sindicatos que apoyaban a la “nueva Bolivia”. Pero si internamente el malestar es inaguantable, los mensajes que llegan desde el exterior son terribles y deberían ser tomados en cuenta por quienes rondan en torno a S.E. y lo animan a regalar un doble aguinaldo demoledor, en vez de prepararlo para una digna retirada. Si sus colaboradores le fueran leales deberían convencerlo de que no va a poder cumplir con su deseo de ser presidente para el Bicentenario de la República, el 6 de agosto del 2025, que al parecer es su sueño.
Editoriales de La Nación de Buenos Aires, El Comercio de Lima, El Mercurio y La Tercera de Santiago, y de diarios de Brasil y Paraguay, por citar solo a los vecinos, afirman que la situación de S.E. es insostenible, que las trampas políticas que comete están a la vista, que Bolivia va a la deriva. Y por si fuera poco 20 ex presidentes de América y Europa instan a los Estados miembros de la OEA y la UE a mantenerse vigilantes ante la “ruptura del orden constitucional y democrático ocurrido en Bolivia…”. S.E. dice ingenuamente que son personajes de la “derecha” quienes se manifiestan, que están contra la nacionalización (¿qué nacionalización?), y resulta que firman nada menos que políticos de la talla de Oscar Arias, Felipe Gonzales y J.M. Sanguinetti.
Los actos fraudulentos cometidos por el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo Electoral han trascendido fronteras y océanos. Ahora son una muestra universal de piratería política, de estafa democrática. El mundo se ha enterado de que por un “derecho humano”, S.E. puede postular a un cuarto período de gobierno cuando la Constitución solo admite una reelección. Es que el bochorno es muy grande y toda justificación que tratan de hacer sus segundones, desesperados ante la posible pérdida del poder, provocan hilaridad o ira.
Sabemos que es como pedirle peras al olmo, pero si S.E. desiste de su candidatura y espera su turno legal y constitucional el 2025, le va a ahorrar penurias a ese pueblo que dice amar tanto. Si compite, como parece, le van a ganar porque el país ya no lo soporta. Ni las Bartolinas, ni los Ponchos Rojos, ni el Chapare lo van a salvar del chaparrón. Él es el único que puede detener un desbarajuste. El telón está cayendo para S.E. como cae para todos los actores que figuran en el teatro de la vida.
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