Hace unos días, vi en la plaza principal de Sorata la efigie del Gral. Enrique Peñaranda Castillo, símbolo de victoria en los días trágicos de la Guerra del Chaco y esperanza en la etapa que siguió al drama y que fue como el comienzo de una nueva era de reorganización y recuperación de energías.
Peñaranda demostró tener madera de caudillo porque sugestionaba a las masas organizadas y organizó a aquellas que no lo estaban; a estas cualidades debió sus mejores éxitos en la difícil empresa que le tocó dirigir. Cronistas de la Guerra del Chaco señalan que de su léxico borró la palabra “imposible”. Estas condiciones debieron tener un perfeccionamiento teórico y técnico en las academias militares de Europa y aun pudo tener su experimentación en la I Guerra Mundial, ya que en 1916, con el grado de teniente, pidió su incorporación al ejército francés en los días memorables de Verdún. La petición fue aceptada, pero no llegó a viajar por incidentes particulares.
Nació en 1982 en Chuchulaya-Sorata, provincia Larecaja, departamento de La Paz, estudió en los colegios Don Bosco y Ayacucho, ingresó al Colegio Militar en 1907, fue ascendido a General en pleno campo de acción, en plena batalla, en diciembre de 1933. Fue formado en el Chaco, en una guerra que nadie como él pudo penetrar, teniendo en sus manos toda la responsabilidad y saliendo airoso ante la demanda.
La campaña del Chaco para Bolivia tuvo cuatro etapas señaladas por el mando de cuatro generales: Osorio, Lanza, Kundt y Peñaranda. Los dos primeros hicieron todo lo que fue posible para hacer cuando no se conocía el verdadero alcance de la campaña, ni las proporciones que se había de asumir. En manos de Hans Kundt se cometió grandes errores operativos y empeoró la situación porque ignoraba al enemigo, el medio y a sí mismo, creyendo que él lo llenaría todo, lo haría todo y que nadie debería compartir la fácil gloria que se prometía. Y Peñaranda que prestó servicios en varias unidades: Regimiento “Campero” 5o de Infantería, Regimiento “Tarija” 20 de Caballería, en el Fortín Ballivián, en el Regimiento “Murillo” 10 de Infantería, Regimiento Pérez 30 de Infantería, “Loa” 40 de Infantería.
En el Chaco fundó los fortines: Bolívar, Loa y Camacho. Entre sus acciones, tomó “Boquerón” con el destacamento del Tcnl. Aguirre, avanzó hasta Toledo, Huajo, Isla Poi, deteniéndose por órdenes de Daniel Salamanca que, influenciado por las cancillerías extranjeras, se despojó de la veste militar y asumió la toga de magistrado, desencadenando varias derrotas.
La fama de Peñaranda en la campaña del Chaco fue aumentando. En el altiplano se comparaba la desacertada dirección de Kundt con la soberbia actuación de Peñaranda, por cuya pericia y arrojo sostuvo enhiesto el pabellón patrio en el Chaco, comenzando a surgir el hombre símbolo. Salamanca, obligado a cambiar el mando general, lo ascendió a General de Brigada. Con esa noticia, el ejército fustigado en las dilatadas extensiones del Chaco irrumpió en un grito de aplauso y vislumbró un horizonte de esperanza. Kundt al llegar al Chaco encontró un ejército con la moral levantada, optimista, imperante y dejó como trágica herencia un ejército esquelético, pesimista, batido por el infortunio después de campo Vía.
Peñaranda comenzó sus labores como General en Jefe con la formación del Tercer Ejército y reorganizó el Comando Superior, dirigió la campaña hasta las últimas labores del Comando en el Chaco. La entrada de los hombres de frac y de corbata blanca en los asuntos de guerra echó por tierra la obra de un militar que encaminó todo, como las posibilidades de triunfo y fracaso, con medios eficaces para una acción abrumadora y definitiva.
La guerra lo hizo General, forzó su ascenso con el imperativo de la fuerza, de la justicia y del derecho, defensor de sus fueros e intereses. Reciba este tributo el generalísimo del Chaco.
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