Clepsidra
Cuando el emperador romano Nerón llevaba diez años al mando del Imperio y su gobierno comenzaba a mostrar signos de ostensible declive, en comparación a su primera gestión, que se había caracterizado por el respeto a las leyes y a las tradiciones políticas romanas, surgió un clima de despotismo que degeneró en el asesinato de su propia madre, Agripina, porque era demasiado poderosa y sostenía que su hijo estaba perdiendo el control. Luego mató a su esposa, y más tarde también asesinó a su hermano y a su maestro. A todo ello se sumó un devastador incendio que se declaró en las cercanías del Circo Romano, y que el viento propagó rápidamente, sembrando terror en la población.
Ante la estela de sospechas que dicha calamidad dejó recaer sobre el propio Nerón, al que presentaron cantando con su lira mientras contemplaba extasiado el poder devorador de las llamas, era necesario hallar urgentemente un culpable y, qué mejor para ello, que recurrir a una de las minorías religiosas llamadas entonces “sectas”, como la de los cristianos.
Este repaso histórico surge a raíz de los penosos sucesos acaecidos recientemente en Santa Cruz, cuando un feroz incendio estuvo a punto de propagarse y destruir a su paso muchas áreas de esa bella, como floreciente ciudad, retrotrayéndonos al desastre de hace dos mil años en la Ciudad Eterna, y confirmando la sabia sentencia de Marx que dice: “La historia ocurre dos veces, la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”.
Si bien en este evento no se ha visto al César tocando su trompeta, mientras las llamas daban cuenta con las oficinas del Tribunal Departamental Electoral, del Sistema de Registro Civil, o de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones, entre otros, fue muy extraño que esas entidades estén totalmente desguarnecidas por las autoridades del orden que, en lugar de cumplir con su deber de resguardo, se adelantaron en señalar como culpables a los manifestantes que, al igual que la Iglesia Católica y diversos sectores de la opinión pública, reivindican el resultado del referendo del 21F, y se oponen a la reelección del binomio oficialista.
Un elocuente video que muestra a un supuesto activista, vestido con la polera del 21F, subirse a una motocicleta policial, tras la quema de las entidades señaladas, generó justificada susceptibilidad en la ciudadanía, aumentando las sospechas de que hubo agentes infiltrados del Gobierno en dicho ataque.
Es más, en el video se puede ver que cuando ese supuesto activista trepa a la motocicleta conducida por un policía, en medio de efectivos que habían llegado al lugar de los hechos, éste muestra una sospechosa familiaridad con el conductor de la moto, susurrándole algo al oído, o dándole un mimo.
En tiempos de Nerón, tal actitud habría sido suicida, ya que el cristiano, al sólo subir a la grupa del caballo (sustituido actualmente por la moto) y brindar un ósculo al centurión, habría roto la estrategia del déspota que, si bien no parecía tanto una persecución dirigida a los cristianos por el hecho de serlo, sino el intento desesperado de encontrar alguien a quien culpar y alejar de sí las sospechas, ello ameritaba entrar al Circo abrazando la santa cruz de Nerón.
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