Nada conmueve a los poseedores de grandes fábricas de armas, tampoco a los gobiernos que permiten el desarrollo de guerras y enfrentamientos entre pueblos de un mismo país; menos se conmueven quienes ostentan la condición de ser muy ricos y poseedores de grandes conglomerados de empresas de alimentos; menos se sienten dolidos políticos de países donde priman las divisiones y las luchas fratricidas tan solo por conveniencias e intereses creados. Este es el caso de Yemen que, desde hace cuatro años, ve intensificadas hostilidades en una guerra que cobra más víctimas por causa de la pobreza y el hambre. Las bombas que caen sobre su territorio y armamento moderno matan a su población sin distinción alguna.
La guerra de Yemen ha cobrado, en menos de cuatro años, miles de muertos debido a los enfrentamientos; pero como nación ve cercenada su existencia debido a que más de 150 mil niños viven amenazados por la guerra y mucho más por el hambre. En casi cuatro años han muerto, por hambre extrema, 85 mil niños menores de 5 años; ¿cuántos mayores a esa edad han fallecido en el tiempo de hostilidades? ¿Cuántos han caído debido a las armas con las que prácticamente prueban su letalidad los productores de armas? ¿Cuál puede ser el futuro de un país devastado por la guerra, el hambre y la extrema pobreza? ¿Será posible que haya renunciamientos en pro de la paz y la concordia, a favor de un desarrollo armónico y sostenido en Yemen que precisa, como muchos otros del cuarto y tercer mundo, inversiones financieras, tecnológicas y humanas?
La ONU conjuntamente organizaciones humanitarias buscan conciliar posiciones entre fuerzas del gobierno y rebeldes con miras a terminar la guerra; pero hay posiciones intransigentes en ambos contendientes, porque cada uno busca que sean satisfechas sus condiciones e intereses; entretanto, se sigue cobrando víctimas en la población que no solamente es obligada a participar de la guerra sino que sufre las consecuencias. El drama de Yemen se traduce en la vida condenada a la muerte de niños; así, un funcionario de la ONU expresa: “Por cada niño muerto por bombas y balas, docenas mueren de hambre; esos niños que mueren de hambre sufren enormemente a medida que las funciones de sus órganos vitales disminuyen y finalmente se detienen”.
Es increíble cómo las fuerzas contendientes bloquean los puertos y sitios por los que deben ingresar alimentos y la consecuencia es que el número de muertos “ha aumentado dramáticamente” porque no hay seguridad alimentaria y cualquier cantidad que llegue a la población por medios no bloqueados, no alcanza ni para atender al 20 por ciento de los afectados por el hambre y la acción de las bombas y balas. Países como Yemen sufren no solo por el accionar de la guerra, sino por el egoísmo y la inhumanidad que despliegan dictadores y tiranos que buscan “doblegar” los derechos de sus pueblos, atenidos a que se sienten “legítimos por haber sido elegidos democráticamente”. Así, con el pretexto de la democracia, se sufre las mayores vilezas.
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