La Comisión Intergubernamental del Cambio Climático de la ONU (CICC) enuncia que el calentamiento planetario amenaza todo lo viviente y su medio ambiente, y que su control está en más peligro que nunca por razones políticas enarboladas por las industrias del petróleo y del carbón que continúan encendiendo las turbinas de generación de electricidad por lucro, y echando el nocivo dióxido de carbono, CO2. Esto porque Arabia Saudita, China, EEUU, Kuwait, Rusia, et. al. tienen intereses extractivos acaparadores y hasta dictatoriales, de izquierda o de derecha, que optan por afirmar que lo del calentamiento climático, comprobado y refrendado científicamente hasta el cansancio, es dizque producto de nerviosismo y hasta alharaca internacionales.
En noviembre el presidente electo de Brasil, J. Bolsonaro, dijo que el ministro de relaciones exteriores de su gobierno sería Ernesto Araujo, el que enunciara que lo de calentamiento climático era un complot de marxistas para socavar las economías de occidente. El nuevo gobierno anunció que talaría en grande los bosques de la Amazonia.
El lucro fácil, canalizado por la comercialización establecida del carbón desde hace más de cien años, y la creciente necesidad de energía eléctrica, hacen del calentamiento climático una plaga mundial que amenaza con hacer desaparecer islas-países, zonas costeras, hielos “eternos,” y provocar distorsiones biológicas y bacteriológicas jamás vistas. Los productores de petróleo tampoco escapan la condena porque los vehículos contaminan. Los eléctricos todavía están en ciernes por su elevado precio.
Bajo la presidencia de Michal Kurtyka, las tortuosas negociaciones de delegados de 200 países concluyeron la COP 24, organizada por la ONU, el sábado 15 de diciembre en Katowice, Polonia. Se trató penosa pero detalladamente lo que se debe hacer internacionalmente para detener el calentamiento climático. Se logró por lo menos mantener vigente el Pacto de París al comprometerse a utilizar un sistema común de medida de emisiones contaminantes, disminuirlas, y elevar los resultados a la reunión de 2020. También se acordó pedir a los países pudientes mayor claridad en cuanto a la ayuda que puedan proporcionar a los países pobres en la producción de energía limpia, en la protección ante desastres naturales, y en la pugna por filtrar más y mejor las emisiones contaminantes.
Lo rescatable fue que los representantes de EEUU bregaron porque China e India se comprometiesen a disminuir las emisiones nocivas, y apoyaron lo acordado, pese a que su presidente habló de abandonar el Acuerdo de París; incluso mencionaron la posibilidad de que futuros presidentes de EEUU consideren volver en pleno a él. De todas maneras, EEUU no puede renunciar del todo hasta fines de 2020.
La mayoría de las delegaciones mostraron desaliento ante el débil cometido demostrado en las sesiones, aunque también hubo voces que destacaron la brega en pos de lograr lo posible en medio de intereses políticos y económicos que pululan por doquier y articulan su influencia. Por el momento se espera que los acuerdos hagan que los países vean la mejor manera de disminuir la contaminación y lo exhiban en las reuniones de 2020 en Santiago de Chile. La verdad incontrovertible es que los científicos del clima afirman que no tenemos tiempo para tanta experimentación a “paso de tortuga”… porque la contaminación aumenta “al galope”. Es hora de actuar mucho más rápidamente.
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