COMUNICABILIDADES
Mirar a los ojos a otra persona y saber que es nuestro hermano, reconocernos en su piel, en su voz y en su calidad de ser humano… eso es la Navidad.
Saludar cordialmente, dar un apretón de manos, sonreír y abrazar efusivamente a todos… eso es la Navidad.
Muchas cosas nos separan: la política, la religión, la región, la edad, la posición, el dinero, las apariencias… pero al menos una vez al año dejemos de lado las cosas que nos enfrentan y tratemos de pensar en las cosas que nos unen.
En medio de los ataques verbales, en medio de la violencia física, en medio de la pérdida paulatina de la esperanza y de la fe… la Navidad debería representar una tregua. Frágil, escurridiza y pasajera… pero tregua al fin.
Con el transcurrir de los meses, es fácil perder la perspectiva, es fácil extraviar nuestra esencia, es fácil confundir a los amigos con los enemigos.
El trabajo, la cotidianidad, la rutina, el estrés, la prisa, el individualismo, los intereses de grupo suelen provocar indiferencia hacia los demás.
¿Podríamos dejar de pensar en nosotros y pensar en los otros al menos en Navidad?
Al menos por unas horas… la Nochebuena, la Navidad y el advenimiento de un nuevo año, nos recuerdan que sólo somos seres humanos, deseosos de amor, de comprensión y de paz. No necesitamos odiar para triunfar, no necesitamos dividir para reinar, no necesitamos perseguir para encontrar.
Si dejáramos de vernos como eternos rivales, como permanentes antagonistas, quizá descubriríamos que la Navidad se la puede celebrar cada día de nuestra corta vida.
Quizá entenderíamos que en lugar de herir podemos sanar, que en lugar de ignorar podemos conocer y que el verdadero regalo de la vida es saber que no estamos solos.
*) Director de Xperticia (Empresa de Asesoramiento en Comunicación)
(www.xperticia.net)