Eso de que Bolivia sea centro energético de Sudamérica, repetido por S.E. y el Vice durante años, y que tanto entusiasmó a los bolivianos, ya se ha descartado por absurdo. Ahora solo el Ministro de Hidrocarburos sigue creyéndolo o se hace el que cree. Habría más bien que rogar para que el país no pierda los mercados de Brasil y Argentina o que reserve para el consumo interno lo poco certificado que le queda bajo tierra, implorando que no tengamos que importar GNL de Chile en unos años más.
Pero, a propósito de las elucubraciones masistas y Chile, se nos viene a la memoria lo que hace cinco años, el 2013, afirmó, con gran publicidad televisiva, el Vicepresidente, en sentido de que la nueva Bolivia avanzaba con tal empuje con su “socialismo comunitario”, que hasta el año 2025, es decir en poco más de una década, estaríamos a la par con Chile en economía, lo que se podía interpretar que hablaríamos con los chilenos de tú a tú en el conflicto marítimo, porque la buena nueva se produjo cuando Bolivia interponía su demanda ante La Haya.
Ha pasado casi la mitad del tiempo predicho por nuestro matemático y teórico de la guerrilla revolucionaria y resulta que en vez de acortar distancias con Chile, la brecha se agranda. ¿Por qué? Simplemente porque los chilenos trabajan, negocian, venden, les interesan los grandes bloques económicos, y no tienen la mente puesta en cercos, como nosotros que despertamos informándonos si podremos ir al trabajo ese día o quedarnos en cama.
En Bolivia siempre elegimos a Chile como la nación para medirnos, en lugar de buscar otro país menos fuerte. El síndrome de la derrota de 1879 nos lleva a buscar igualarnos y superar a nuestros vecinos del Pacífico, pero para eso se necesita de mucho esfuerzo, de disciplina, de ingenio, de educación, de orden institucional, de respeto a la ley, de patriotismo sobre todo. Entonces, guiados por este Gobierno, no es nada creíble lo afirmado por el Vicepresidente, aunque hagamos gala de tener el crecimiento sostenido más grande de Sudamérica.
Según la información que hemos tomado de Expansión-Datosmacro.com, el año pasado el PIB anual de Bolivia fue de 33.637 millones de euros y el de Chile de 247.853, lo que difícilmente podremos revertir en lo que resta hasta el 2025. Pero nuestras exportaciones del año pasado (en millones de euros) fueron de 6.828 contra 60.463 de los vecinos, es decir algo abismal. Y las importaciones de 8.194 frente a 57.680. Está a la vista, de paso, que nuestra balanza comercial fue negativa y la de Chile no.
Pero en educación y salud per cápita, Chile gasta cinco o seis veces más, lo que es algo decisivo. Las cifras del gasto en educación del 2014 fueron de 1.822 millones de euros de nuestro lado frente a 10.825 de los transandinos. Ni qué hablar de los índices de corrupción donde somos de los más adelantados y avezados en Sudamérica, batiendo largamente a Chile. No obstante, en los rankings de competitividad e innovación que son fundamentales para el desarrollo de cualquier nación, las diferencias son inmensas a favor de los vecinos.
Y si es que el Vicepresidente, con su mentalidad proclive a las matemáticas, deseaba insinuar que Bolivia al ser poderosa económicamente lo sería también en el ámbito militar, cabe señalar que tendríamos que rifarnos hasta la leche de nuestros hijos en armas, pues el año pasado gastamos la suma de 591 millones de euros, lo que es una barbaridad para un país paupérrimo como el nuestro, mientras que Chile se dio el lujo de gastar 4.734 millones sin mosquearse.
Bolivia siempre estuvo a la zaga de Chile, así que esto no es nuevo. Mientras sigamos como estamos, viviendo del gas y restringiendo nuestra producción agroindustrial, aliados con Cuba, Venezuela y Nicaragua, la brecha se volverá inalcanzable, pese a los vaticinios engañosos del Vicepresidente.
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