Los hechos ocurridos en Santa Cruz la pasada semana son criminales y contrarios a toda norma de civilización que debe existir en un pueblo; maleantes incrustados en algunos partidos políticos o en organizaciones que obedecen consignas extrañas han desarrollado actos vandálicos, destruido bienes y causado serios perjuicios a la población y a la ciudad.
La etapa pre-electoral en que están inmersos los partidos políticos y cuyo mayor protagonismo lo tiene el partido de gobierno, ha dado lugar a que surjan vándalos que no trepidarán ni cejarán en el futuro en protagonizar hechos contrarios al bien público y atentatorios contra la vida y seguridad de las personas. La ciudadanía de todo el país ha expresado sus criterios y protestas por la ambición desmedida que se demuestra para seguir en el gobierno; pero todas las expresiones de la población han quedado nubladas y deterioradas por la acción del vandalismo que, sin respetar ni derechos humanos ni propiedades ni comercios y oficinas de la ciudad, han desarrollado acciones que han causado serios daños. La protesta de la población, que tenía dirigidas sus expresiones a la política, ha sido empañada por quienes han demostrado insania, malos instintos y complejos, para convertirse en instrumentos de destrucción, al cometer acciones contrarias a las leyes.
Quienes han sido protagonistas del vandalismo merecen ser juzgados por los tribunales; pero, con anterioridad, deben ser identificados y apresados por los cuadros policiales con miras a sentar precedentes para evitar que se repitan actos como el sufrido por todo el país, puesto que lo ocurrido en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra afecta igualmente a toda la población nacional que condena este tipo de salvajismos.
No es extraño que en toda manifestación político-partidista surjan elementos dañinos que, por fanatismo partidario, creen que haciendo daño a la colectividad logran el apoyo de los partidos a los que ellos indican que sirven. Lo más grave es que en estos grupos se incrustan elementos pertenecientes a bandas delictivas que buscan solamente la destrucción y el logro de heridos y muertos para endilgarlos, muy luego, a quienes ellos creen que son opositores o contrarios a quienes dicen representar; lo cierto es que estos grupos aducen cualquier pretexto para justificar sus actos.
El hecho es condenable y censurable desde todo punto de vista y si hay autores intelectuales que, por consignas o designios ajenos a la moral y seguridad del pueblo, han contratado y utilizado a estos elementos, deben ser identificados y sancionados enérgicamente, conforme a las leyes. Lo importante es que lo ocurrido no sirva como pretexto para desarrollar acciones contra quienes se cree y sienten que militan en la oposición política.
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