Economía de palabras
El 1 de octubre próximo, cuando Bolivia esté en vísperas de las elecciones, China Popular cumplirá setenta años de vivir bajo un régimen comunista.
Un régimen comunista que, en este momento, ha producido el milagro, si no lo vas a llamar la gran paradoja, o si prefieres la mega falacia, de contar con 373 multimillonarios, que equivalen a uno de cada cinco multimillonarios que hay en el mundo.
¡Multimillonarios en un país comunista! Quizá no era la idea del camarada Mao Tse Tung, que comenzó esta aventura en 1949, su esposa Chiang Ching la llevó al delirio absurdo con la revolución cultural en los setenta y luego Deng Tsiao Ping le dio el toque mágico para producir el milagro de convertir un país comunista en una potencia capitalista. Estuve en la China en 1979, cuando comenzaba este prodigio.
Para que se dé este milagro hace falta que 1.300 millones de chinos acepten la gran mentira y se sometan a una dictadura que beneficia a esos 373 multimillonarios, todos de la jerarquía del partido comunista.
Un poco más torpes, los jerarcas soviéticos optaron por matar a la URSS en 1989 y apoderarse de las empresas de lo que fue la superpotencia. Se estaba cumpliendo aquella definición de Marx, según la cual el Estado es la propiedad privada del partido comunista. Y ahora, esta semana, el señor Vladimir Putin, proclama, de frente, que volver al comunismo en Rusia sería un absurdo.
En Cuba, esto del comunismo también es una falacia. Allí, en realidad, todo lo que controla el Estado, que es todo lo que existe, es de propiedad de los jerarcas del partido comunista. Todos los cubanos tienen un salario equivalente a 25 dólares por mes, pero la oligarquía del partido comunista es millonaria. La única industria que la ineptitud del PCC (Partido Comunista de Cuba, no Primer Comando da Capital, por favor) no ha podido matar es la del turismo, y a ella se aferra la oligarquía.
Engatusar a millones de personas con promesas que no se cumplen, en suma, es un excelente negocio. Ya sea que hables chino, ruso, cubano o boliviano. El fin es pasarla bomba. Hablar de socialismo, por ejemplo, para hacer grandes negocios manejando los dineros del Estado y, cuando los astros sean propicios, asociarte a una transnacional multimillonaria que te apoye, te respalde, te considere socio indispensable.
También puedes hablar de nacionalizaciones que no haces, sólo para distraer a la gilada.
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