I
Geraldine Zambrana Vélez
Este año se destacó por marcar una evolución de nuestra conciencia en torno a la opresión de la mujer, lo cual representa un avance para nuestra humanidad. Esto, gracias a las diversas movilizaciones y denuncias masivas que hubo en varias regiones del mundo. Es necesario señalar que esta opresión es la más antigua de las que existieron en la Historia y la que, paradójicamente, se tardó más en denunciar. A tal punto llegó la ignorancia que, hasta no hace mucho –y es todavía de actualidad en ciertos círculos- se la aceptó y se la ensalzó. Lo dramático es que se la sigue ejerciendo, impunemente, en gran parte del mundo.
Lo cierto es que el machismo, así como lo fue el fascismo, el antisemitismo o el racismo, es un arma de destrucción masiva que provoca genocidios. En el momento de denunciar los feticidios e infanticidios femeninos, en India del Norte, Naciones Unidas para la Infancia puso énfasis en la cantidad de estos crímenes, cuyas proporciones son equivalentes a las de un genocidio; 50 millones de mujeres menos, a causa de esta práctica machista exterminadora.
En diferentes periodos de la historia se denunció la esclavitud, el antisemitismo, el fascismo. Y siempre me pregunté ¿por qué no se denunció con el mismo ímpetu el machismo si, al igual que estos dogmas violentos y opresivos, provoca genocidios? En Latinoamérica, cada dos horas una mujer muere por violencia machista. La ONU Mujeres advierte que en 2017, en el continente murieron 6.991 mujeres, víctimas de violencia machista. Según la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, 43.600 niñas y mujeres fueron asesinadas en el mundo por su pareja, ex-pareja o por un miembro de la familia, en el 2012. Una cifra que es comparable con las muertes provocadas por la guerra en Siria -40.000 muertes en los primeros 20 meses-.
El machismo no debería ser tolerado, al ser percibido como una imperfección social, un atributo cultural atractivo a respetar o valorizar. El machismo debe ser denunciado como una ideología peligrosa que pone al hombre por encima de la mujer y cuya práctica se traduce en delitos, crímenes y crímenes contra la humanidad. Por ende, debe ser extirpado en su totalidad de la sociedad.
Para entender por qué se tardó tanto en denunciar al machismo, así como para saber cómo extirparlo, es necesario tener conocimiento de cómo éste se implantó. El origen de esta ideología se sitúa en el III milenio A.C en Sumaria (actual Irak) y entre el I y II milenio A.C en China, donde se introdujo el ‘principio patrilineal’ en la organización familiar. Esto se refiere a una forma de filiación que se funda en las relaciones familiares del padre, que transmite el nombre, los privilegios y la pertenencia a un clan o clase, lo que por consiguiente genera una organización social en la que predomina la línea paterna.
Según estudios realizados por el antropólogo Emmanuel Todd, en un inicio, el Homo sapiens tenía una organización familiar parental indiferenciada; el lado del padre o de la madre contaba igual para lo(a)s hijo(a)s y, esto(a)s se podían servir de manera libre y pragmática de un lado como del otro. Ante la rarefacción de las tierras, se implanta la ‘familia de origen’ con la primogenitura masculina. Los herederos son de preferencia los primogénitos hombres, pero en caso de que no hubiera un primogénito hombre, la heredera podía ser la primogénita mujer. Esto marca el inicio de la patrilinearidad de grado 1.
Luego los nómadas del desierto y de la estepa de Sumaria y China, quienes tenían un sistema biparental indiferenciado, consideran arcaico este modelo de organización familiar y copian esta manera de relacionar los núcleos familiares para invadir y asentarse mejor por donde decidieran ir. El clan nómada es una sociedad civil de guerra. Su necesidad militar añade una innovación a esta organización, convirtiendo la ‘familia de origen’ en ‘familia comunitaria exógama’, que promueve la superioridad masculina -teniendo por única razón la fuerza física necesaria a la guerra- y una igualdad entre los hermanos en el momento de transmitir los bienes, introduciendo de esta manera el principio de patrilinearidad de grado 2.
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