Beatriz Tarancón Sánchez
Mi umbral de estrés laboral se ha modificado considerablemente a lo largo de estos últimos años de padecimiento. Pero también se ha cualificado mi discernimiento de prioridades a la hora de pautar mis opciones.
Es de sobra conocido el código laboral de inversión del tiempo en España. Con los resultados de baja eficiencia y productividad de los empleados que conlleva.
Trabajar no consiste en ocupar un asiento, sino en cumplir un objetivo, razonable y adecuado a cada persona y a sus capacidades.
Por qué le vamos a exigir a una persona hábil en electrónica que sea médico, o a alguien al que le apasiona la interpretación que sea abogado.
Ni es razonable ni respeta la personalidad humana. Muchos padres no tienen en cuenta esto y comienza el fracaso escolar; ¡si le he dado de todo, por qué suspende!, señor porque simplemente se le escapa que su hijo es diferente….
Diferente es aquello que nos enriquece, que nos define como persona y como seres sociales, y diferentes también deberían ser las opciones laborales, los sistemas organizativos, las necesidades económicas.
Cuando me diagnosticaron trastorno bipolar no pensaba que era diferente, sino que había sido un desastre, un error de la naturaleza, que tenía una “minus-valía”, que “valía” menos vaya.
Pero con el tiempo he ido redefiniendo esta vivencia hacia la unicidad de mi ser, la diferencia y diversidad del mismo, y lo que con ello puedo aportar a los demás. Una experiencia indivisible, un totum revolutum que ya de por si no es medible en encuestas ni meta datos. A partir de ahí he tenido que lidiar con una distinta vara de medir; o adaptarme yo al actual marco laboral precario, o que el marco se adapte a mí.
Y sinceramente, desde esta perspectiva todo cobra un sentido más sólido; si el mercado laboral de por sí se ha precarizado (a consecuencia de sucesivas reformas laborales), en el ámbito de la discapacidad aún más; hemos regresado en derechos básicos, y casi sobrevivimos gracias a la labor de las familias y de asociaciones asistenciales.
Pero aún podemos seguir trabajando, porque al empresario, básicamente el sector público, se lo impone la Ley, y porque queda beneficiado fiscalmente. Es decir, somos obra de mano barata, pero al menos podemos seguir trabajando y elegir los trabajos que mejor se adapten a nuestra personalidad.
Quizás sea solo un análisis coste beneficio de las normas actuales, pero a mí me vale.
La autora de esta nota es abogada.
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