Diariamente nos referimos a nuestra política cotidiana y muy poco a la situación internacional del país, que, por decir lo menos, está tan mal o peor que su transitar interno. Entre los compatriotas muchos creyeron todo lo que dijo S.E. hace 13 años o más y algunos siguen creyéndole o fingen hacerlo porque están favorecidos por el régimen. No sucede lo mismo en el exterior, donde dejaron de interesar los discursos de S.E, cuando habla de esotéricos mitos pachamamistas, del presunto maltrato de que fue sometido por su condición de indígena, del rencor contra los conquistadores después de transcurridos cinco siglos, de promesas tan lejanas como convertirnos en una Suiza, que a los nuevos gobernantes amigos ya no los conmueven.
El hecho es que este 1 de enero se posesiona en un acto en Brasilia el presidente Jair Bolsonaro, y no sabemos de qué color se va a pintar S.E. para mimetizarse, porque sus amigos (Cuba, Venezuela, Nicaragua) no han sido invitados por el nuevo mandatario, o peor todavía, los ha “desinvitado”. Y ha estado muy claro el nuevo canciller brasileño, Ernesto Araújo, al afirmar que no son bienvenidos a Brasil quienes atropellan el ordenamiento constitucional y violan las libertades de sus pueblos.
Brasil no ha registrado a S.E. todavía en esa categoría, pero que se cuide. “Dime con quién andas y te diré quién eres”, sigue siendo un refrán que todos reconocen como cierto. Y es indudable que Bolivia debería dejar ya de estar metida hasta el cuello en el ALBA y Unasur, y S.E. dejar de pasearse en el Falcon entre La Habana y Caracas, tan lejanas a nuestros intereses, y empeñarse más en el entorno vecinal y en los bloques económicos importantes.
Ya está bueno de seguir atacando a los EEUU y de echarle la culpa de todos nuestros males, cuando sabemos que no es así. Somos conscientes de que si a este régimen, que ha estado inundado de dólares como ninguno, no le va bien, no se debe al imperialismo norteamericano sino al despilfarro, la corrupción y la ineficiencia. Eso ha quedado demostrado en su política energética, por citar un solo aspecto.
2019 debería ser el año del reencuentro con EEUU y del intercambio de embajadores, así como el de entrar en un sosiego en nuestras relaciones con Chile, después de tan descomedidos como inútiles intercambios de mensajes y una vez que La Haya ya dio su fallo. Más bien se debería reponer el asunto marítimo en la OEA, que, inexplicablemente, sin el menor sentido común, retiró del organismo el actual canciller Pary, cuando oficiaba de embajador y defendía más a Venezuela que a Bolivia.
No hay que preocuparse tanto de Siria ni de Irán, ni de Irak ni de Afganistán, sino de Brasil, Argentina, México, Perú, y demás naciones hermanas con las que nos une todo. Miremos a la CAN, Mercosur, la Alianza del Pacífico y a los TLC, donde algún provecho lograremos si sabemos manejarnos. Hay que abandonar las ideologías caducas con que desde Naciones Unidas se desea hacer líder mundial a S.E. y ubiquémonos en el lugar que le corresponde a Bolivia en el planeta. Llegará el momento en que la nación tenga una voz más influyente en la comunidad internacional sin duda, pero eso se logra con políticas reales y no con vacuos deseos de protagonismo.
Entre las políticas reales está volver a restablecer amistad con quienes nos hemos alejado por responder a los llamados de Castro y de Chávez. Hay que alinearse con las democracias verdaderas como la Unión Europea y dejarnos de quijotadas que a nada conducen. Ahora mismo S.E. ya no es bien recibido por sus colegas y podría entrar en la lista de los “apestados”, que no pueda ni estar cómodo para compartir un almuerzo con los otros presidentes, como le sucedió en Santiago y le puede volver a suceder en Brasilia.
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