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Pasó desapercibida en nuestros medios el trigésimo aniversario de una fecha que en su tiempo sacudió las estructuras de uno de los regímenes más repudiados y temidos en el continente. Augusto Pinochet, seguro de tener a su país en el puño y ansioso de conseguir legitimidad democrática, convocó a un plebiscito que resultó en uno de los más grandes reveses propinados a un régimen dictatorial.
El 5 de octubre de 1988 el pueblo chileno le dijo No al plan del dictador, que le habría permitido prorrogarse hasta 1997. Sólo entonces el país se encarrilaría por una vía democrática diseñada a la medida del pensamiento autoritario que regía el país desde el golpe de 1973. Es decir, cuando el régimen militar habría alcanzado la edad de 24 años.
La ansiedad que prevalecía en todos los ambientes democráticos del continente casi igualaba a la que existía entre los demócratas chilenos. Se estaba ante la posibilidad de apartar sin grandes traumas y solo con la fuerza del voto de la ciudadanía al dictador y a su régimen que habían asumido el destino chileno tras al golpe sangriento que depuso a Salvador Allende. Decir Sí al plan de la dictadura habría sido darle credenciales para permanecer con las riendas del poder casi tres décadas antes de abrir rendijas para que el país exprese su voluntad soberana. Aquel 5 de octubre, 7,5 millones de chilenos fueron a los centros de votación a decidir su destino. El régimen había puesto todo su empeño para ganar, si bien solo atisbaba las consecuencias de perder, sin imaginar que estaba ante el principio de su fin.
Sistemática y pletórica de recursos, la maquinaria propagandística oficial copaba espacios de los medios, de la forma en que lo hacen todos los autoritarismos. Amedrentada, la oposición confiaba en las fibras democráticas vitales de los chilenos. En las calles el sentimiento que más se manifestaba era el miedo a un triunfo del Sí a Pinochet y el temor de que eso prolongase aún más las violaciones a los derechos humanos con su secuela de una justicia sometida a los dictámenes del poder. Confiados en la pulcritud del sistema de votación y en la honestidad de los árbitros, siete millones y medio de chilenos salieron a decidir su destino en los centros de votación.
Eran muchos los que no creían que el régimen sería capaz de perder así nomás y empezaba a tomar cuerpo el temor a que el régimen desconociera su derrota y volviera a aplicar su fuerza salvaje sobre la mayoría descontenta. Al acabar la votación y conocerse los primeros resultados boca urna, gran parte del país no creía lo que escuchaba: el No había Ganado y en cuestión de horas los ánimos tenían un vuelco radical. Inclusive los policías que antes reprimían, se abrazaban en las plazas públicas con la población jubilosa. Era un nuevo Chile el que emergía.
Los ánimos eran tales y el alborozo recorría latitudes globales con tal entusiasmo que el régimen no se atrevió a dar ningún paso en contra de la victoria que había alcanzado el No. Aún hoy se especula sobre los alcances que habría tenido un Plan B para contrarrestar la derrota que nunca se aplicó. Consignados en la documentación secreta rescatada después, había planes para lanzar al ejército a revertir la situación fundamentados en el 45% de votación que había obtenido el régimen, pero el alborozo general del pueblo chileno y la presión internacional desanimaron a los jefes militares.
Pinochet fue consciente de que había perdido la apuesta. Cumplió su palabra de apartarse del gobierno y se apartó para ingresar a un lento crepúsculo. Fue el comienzo de su alejamiento del poder que había ostentado. Continuó a la cabeza de las Fuerzas Armadas, pero eso también llegó a su fin.
La periodista Mary Helen Spooner tuvo un recuento vívido de los últimos días de Pinochet (The general slow retire, University of California, 2012), hasta su arresto en Londres y su retorno a Chile, donde esperaba que sus seguidores lo desagraviaran. Pero Chile ya había cambiado y su interés primordial era consolidar la democracia renaciente.
En su obra la periodista hace sentir a sus lectores la cínica impunidad del régimen, las violaciones recurrentes a los derechos humanos que exacerbaron a la ciudadanía que, por fin, de manera democrática, logró expulsar al régimen y abrió las alamedas de la convivencia por la que transita triunfante.
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