Israel Camacho Monje
Según declaraciones de la directora de la Defensoría Municipal, Jacqueline Llanos, “la población más vulnerable corresponde a adolescentes de 13 a l7 años, seguida de la población de 6 a 12 años y 0 a 5, respectivamente”.
Y según “un análisis de los datos recogidos de las respectivas unidades, el entorno de la familia es el escenario donde las víctimas sufren agresiones”.
Razón por la cual, prosigue: “Hemos llamado a la reflexión al papá y a la mamá porque de estos casos, que hemos atendido, encontramos que el primer sospechoso es algún miembro de la familia (…). Hemos iniciado procesos, en algunos casos, en contra de la mamá por encubrimiento, porque conocía la situación que ocurría con la hija y no ha denunciado y éste debería ser el primer ámbito donde deberían ser protegidas las víctimas”.
Y es más todavía. “En total se atendió 103 casos de violencia sexual a menores de edad, cuatro casos de abuso sexual, cuatro de Estupro, seis casos de trata de personas, ocho de pornografía, siete de infanticidio, uno de asesinato y homicidio, entre otros” (*).
Y el ciudadano común lamenta estas violaciones sexuales contra bebés, niñas y niños por un lado, y de adolescentes por el otro, cometidos bestialmente por los propios progenitores, tíos, amigos de la familia, hermanos varones de las víctimas, y hasta por vecinos de la casa o del barrio.
Y a pesar de que este accionar de los violadores sexuales, se conocía desde muchos años atrás, pero como se los cometía dentro de los hogares, todo quedaba en secreto, porque según los progenitores, lo único que se conseguiría en caso de hacerse público sería desprestigiar el apellido de la familia. Y dizque por mantener el prestigio de la familia, hasta se permitía que las hijas sean preñadas por sus propios padres y hermanos mayores. Y la única manera de mantener en secreto era, por un lado, tenerla encerrada dentro de la habitación, hasta que diera a luz, para luego fingir que alguna persona la dejó justo en la puerta de la casa.
O por el otro, mandarlas a vivir con algún familiar de un barrio lejano, o que resida en algún departamento del país, para luego decir, cuando alguien preguntaba por la víctima, que había sido invitada por algunos familiares que viven en el interior. Y en casos en que la violación sexual era cometida por un enamorado o extraño y además acompañada de embarazo, simplemente la víctima era expulsada del hogar, para que se atenga a las consecuencias.
Podríamos seguir hablando lo que se hacía y se hace por mantener el prestigio del apellido. Pero ya es hora de cortar semejante y criminal encubrimiento familiar. Y el ciudadano común se permite sugerir a las autoridades de Educación y Salud Pública, que anualmente, desde el inicio de clases escolares, tanto en kindergarten, y en primaria y secundaria, obligatoriamente todos los alumnos sean sujetos de una revisión médica completa, como se hacía por 1942 y años siguientes, en el Centro Médico que funcionaba en el Estadio La Paz, ubicada en la zona de Miraflores. Es la única manera de cortar de raíz las violaciones sexuales a menores de edad, y caigan los verdaderos culpables y además encubridores. ¿Verdad que sí?
(*) EL DIARIO.
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