La población del Yemen se muere de hambre y la situación humanitaria en el país acelera su deterioro, mientras el Gobierno y los rebeldes hutíes se han sentado a la mesa de diálogo por primera vez en dos años por la presión de la comunidad internacional.
Los hutíes, aliados de Irán, y el Gobierno yemení, respaldado por una coalición de países árabes capitaneada por el príncipe saudí Mohamed bin Salman, iniciaron el pasado 6 de diciembre una ronda de contactos de paz en Suecia, que la ONU espera que pueda conducir a una futura solución al conflicto, desatado a finales de 2014.
La presión internacional, intensificada más como un gesto de repulsa por el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi que por las impactantes imágenes de niños yemeníes esqueléticos, ha cristalizado en la decisión de varios países, como Alemania o Dinamarca, de congelar sus ventas de armas a Arabia Saudí.
EEUU, a pesar de que ha reiterado su apoyo incondicional a Riad, anunció que dejaba de reabastecer de combustible a los aviones de la coalición árabe el pasado noviembre, en plena tormenta por el caso Khashoggi.