El año que terminó adquirió dimensiones dramáticas e inclusive trágicas, por la serie de hechos políticos y económicos que registró desde sus comienzos. Pero el hecho más lamentable fue el fallo de la Corte Internacional de Justicia que rechazó de plano la demanda que presentó el gobierno de Evo Morales para que considere la obligación de que comience un diálogo entre Bolivia y Chile para tratar la posibilidad de negociar una salida al mar para nuestro país.
Inicialmente, la CIJ resolvió que tenía competencia para conocer la aplicación presentada ante ese organismo el 14 de octubre de 2013. Enseguida, el proceso se fue realizando de acuerdo con el procedimiento interno de ese organismo, en particular los alegatos, durante los cuales los representantes bolivianos utilizaron una serie de argumentos, tratando de hacer ver que la causa boliviana era justa a todas luces.
A fines de año, la Corte de La Haya dictó su sentencia final, estableciendo que la demanda del gobierno boliviano no era atendible y que, por tanto, la obligación de dialogar para que se estudie y analice el problema era improcedente.
Con gran seguridad en que la CIJ atendería favorablemente la demanda de Bolivia, el gobierno de La Paz mostró un gran optimismo e inclusive el presidente Evo Morales Ayma viajó a la sede de ese organismo internacional, acompañado de una nutrida comitiva, con la esperanza de escuchar una sentencia que beneficie a su iniciativa. Sin embargo, para su desengaño, su presencia solo sirvió para oír que la demanda histórica sobre la reivindicación marítima fue rechazada, sosteniendo, al mismo tiempo, que los argumentos presentados por la Cancillería boliviana no eran consistentes.
Cualesquiera que fuesen las causas por las que el gobierno de Evo Morales perdió en la negociación, lo cierto es que la sentencia de La Haya significó un fracaso monumental y que la gestión fue mal llevada, en particular por el equipo de jurisconsultos. Tal fracaso para el gobierno costó alrededor de 17 millones de dólares, y más que eso, acabó con la esperanza nacional de encontrar una oportunidad para tener salida al mar.
El fiasco de La Haya, considerado como “una derrota de Evo”, “derrota política”, “colapso histórico”, etc., también significó una experiencia dolorosa para todo el pueblo boliviano que, sin embargo, pese a la contingencia, de inmediato reanudó su campaña para retornar al mar, para recuperar el territorio que le fue usurpado por la oligarquía chilena en una pérfida guerra colonial.
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