La atención internacional se volcó en el ébola en marzo de 2014, cuando se declaró el brote más devastador a nivel global, con casos que se remontan a diciembre de 2013 en Guinea-Conakri, país del que se expandió a Sierra Leona y Liberia.
Casi dos años después, en enero de 2016, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el fin de esta epidemia, en la que murieron 11.300 personas y más de 28.500 fueron contagiadas, cifras que, según esta agencia de la ONU, podrían ser conservadoras. Con un pronóstico pesimista por parte de organizaciones internacionales y expertos, el actual brote de ébola sigue azotando el noreste de RDC, un país que celebra este 23 de diciembre unas elecciones presidenciales decisivas.
"Nos encontramos en una situación preelectoral y este brote depende también de la capacidad política. Hay conocimiento en Kinshasa de lo que ocurre en las provincias afectadas (Ituri y Kivu del Norte)", concluyó Luis Encinas, experto sobre ébola de Médicos Sin Fronteras.
Esta zona lleva años sumida en un largo conflicto alimentado por la presencia de un centenar de grupos armados rebeldes, lo que dificulta en gran medida el fin de la epidemia, la primera que tiene como epicentro un foco de violencia.
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