En el nuevo año se tiene que hacer un ajuste de la mayor magnitud posible, para que la gestión sea positiva, pero esencialmente para poner punto final a los déficits fiscales de los seis años pasados.
Es incomprensible que haya habido tanta incompetencia, si acaso no irresponsabilidad, para que la economía nacional sobreviva de déficit en déficit, poco menos como si fuera un premio, cuando más bien es una demostración de una pésima conducción.
La capacidad y eficiencia administrativa de un Gobierno se pone de manifiesto precisamente cuando el gasto fiscal se adecua a los ingresos. En caso de que éstos persistieran en ser menores, el empeño en superar estos resultados es desplegar todos los esfuerzos necesarios para que crezcan o si esto no es factible, lo pertinente entonces es gastar menos, de todas maneras.
Ningún Estado, institución, empresa o familia puede sostenerse adecuadamente si se encuentra en un desequilibrio de tal naturaleza, es decir que los gastos sean mayores a los ingresos.
En el caso de que Bolivia esté en situación de tal índole, la responsabilidad hay que atribuirla únicamente al Gobierno del MAS, pues se halla en esta función desde hace 12 años. Al encontrarse tanto tiempo en el ejercicio del poder, jamás debió dejar que el país caiga en los déficits. Cuando se avecinaban perspectivas de tal naturaleza, le correspondía adoptar las previsiones necesarias para que ello no ocurra.
De haber sido inevitables, dadas las debilidades de la economía nacional, lo apropiado era reducir el gasto público e inclusive la inversión fiscal, porque, en todo caso, el requisito primario es conservar con buena salud al conjunto de la economía, tanto oficial como privada.
No es posible administrar bien un país con déficits crónicos, como tampoco puede suceder esto en una economía familiar, pues con las carencias persistentes a la postre se llega a la miseria.
Al tratarse este tema tan trascendente, en todos los ámbitos, resulta incomprensible que en el país no se haya adoptado las medidas pertinentes para que una situación tan adversa continúe de forma tan prolongada, como resulta que se hubieran acumulado los déficits nacionales por seis años.
Como se dice que nunca es tarde, entonces lo que corresponde a la gestión gubernamental de los cinco años próximos es detener el proceso y luego superarlo cuanto antes, con la firmeza y responsabilidad que demanda el caso.
Resulta inexplicable que el Gobierno del MAS en sus seis primeros años hubiera tenido superávits, es decir entre 2006 y 2013, y que luego declinen hasta llegar a los déficits en los últimos seis años.
Es evidente que en los últimos años se produjo la caída del precio internacional de los hidrocarburos, pero al darse tal situación correspondía adoptar medidas que en todo lo posible aumenten el ingreso fiscal, pero al mismo tiempo era elemental reducir el gasto fiscal, así como invertir solo para lo necesario, por lo que en circunstancia tan adversa corresponde someterse a las posibilidades reales.
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