Clepsidra
Quién no recuerda las radionovelas de la década de los sesenta, cuando aún imperaba el poder de la radio en los espacios de entretenimiento, emitidas por estaciones, como Radio Nueva América y otras, con la masiva atención de un público que dejaba toda actividad, para no perderse ni un solo capítulo de su novela preferida.
Precisamente, en su obra “La Tía Julia y el Escribidor”, Mario Vargas Llosa narra en forma magistral el denuedo que se solía aplicar en la elaboración de este género de esparcimiento radial, donde el talento de Pedro Camacho, figura estelar de su trama, era el productor que dejaba absorta y embelesada a la población limeña y latinoamericana, con sus geniales creaciones.
Uno de los títulos célebres de estas obras fue “Kaliman, y el pequeño Solín”. Un super héroe que supuestamente personificaba al séptimo miembro de la dinastía de una diosa Kalil y dedicaba su vida, en quijotesca actitud, a combatir las fuerzas del mal, haciendo respetar la Constitución y las leyes, y todo aquello que amenace la sana convivencia de los pueblos. Él iba perenemente acompañado por un niño egipcio llamado Solín, quien lo secundaba en todas sus bienaventuranzas, y de cuya existencia no se volvió a saber nada.
Es tanta la fascinación que ha despertado este personaje, que después de medio siglo hay quienes juran que todavía lo ven, ya sea en las selvas del Chapare, como jefe de la fuerza de Tarea Conjunta; Comandante de una División de Ejército en el Beni; agente de la DEA, a la pesca de huidizos capos del narcotráfico; o ataviado con uniforme militar, comandando los ejércitos del soberano, donde se habría revelado como “soldado del proceso de cambio” empero, sin especificar a qué cambio se refería, declaración que fue duramente criticada por el pueblo, lo que motivó que el príncipe salga en su defensa recordando que, por la Constitución, él es capitán general de las FFAA y, por tanto, es a él a quien se debe obedecer.
Sin embargo, estas últimas declaraciones, que despiertan la justificada decepción de sus devotos, lejos de ser el producto de una provecta vejez del héroe, podría ser el fruto de una astuta táctica que usó siempre Kaliman para desfacer entuertos; prodigar el bien y evitar el mal, huyendo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía y, sobre todo, hacer respetar las decisiones de su pueblo; conservar y defender la independencia, seguridad y estabilidad del Estado, su honor y la soberanía del país y, sobre todo, asegurar el imperio de la Constitución.
Recordemos que las FFAA son como Dios, uno sólo se acuerda de ellas cuando asoman tiempos de zozobra o de pánico, o cuando siente que sus legítimos derechos están siendo vulnerados o simplemente burlados. Entonces es cuando se comienza a idealizar a aquel titán que lo libre de esas condiciones aflictivas y comienza a ver su presencia en todos los recovecos de su existencia. Es cuando empieza a pensar en el retorno de Kaliman.
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