Para la sociedad boliviana, el año pasado se caracterizó por una serie de sucesos políticos de intranquilidad que fueron soportados con serenidad por la población, aunque ésta no dejó de aprender las lecciones de acciones de protesta, desde huelgas, marchas callejeras locales, etc., hasta grandes reacciones de carácter nacional. Por otro lado, el gobierno dedicó grandes esfuerzos a sofocar el incendio que amenazaba propagarse.
Así, la situación estuvo por llegar a nivel explosivo, pero el gobierno pudo controlarlo abrogando, por ejemplo, el Código del Sistema Penal, denunciado -por organizaciones profesionales- de tener carácter fascista. A ese problema siguieron otros, como el del Banco Unión, la rebelión de los alumnos de la Universidad de El Alto, el caso de la canica asesina, la resistencia de la empresa privada al doble aguinaldo, actos de corrupción en medios del Estado, Ley de Partidos políticos y otros de similar alcance. Pero el asunto de máxima gravedad fue el fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya contra la demanda marítima presentada por el gobierno, sentencia que estremeció las más profundas fibras del sentimiento ciudadano y demolió los cimientos del régimen.
Esa cadena de problemas fue dominante. No se presentaron, en cambio, acciones optimistas que pudiesen dar a la población momentos de alegría o, por lo menos, de satisfacción.
Fueron, en todo caso, fruto de causas internas que subyacen en el fondo de la realidad y que, en vez de ser solucionadas, como el desconocimiento al problema nacional y la desintegración de los principios democráticos, son cada día más palpitantes. En ese sentido, se observa que en vez de tratar de oponerse a la crisis social, se la agrava echando leña al fuego, como la insistencia oficialista en violar la Constitución y desconocer la vigencia de las libertades democráticas.
En el accionar político, ignorar la relación de causa y efecto y, por tanto, limitarse a atender los resultados y no el origen de los problemas, es un método que carece de lógica y provoca el “fenómeno bumerang” de conocidas consecuencias; aunque hacer referencia a ese asunto, más parecería como querer tapar el sol con un dedo y, finalmente, evitar que el nuevo año traiga satisfacciones en vez de desgracias.
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