La sola producción de carne vacuna es responsable del 40 % de las emisiones de los gases de efecto invernadero
Modificar el régimen alimenticio consumiendo proteínas alternativas y limitando la carne puede reducir drásticamente, en un 25 %, las emisiones de los gases del efecto invernadero y, al mismo tiempo, reducir un 5 % las muertes prevenibles cada año.
El Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) demuestra cómo el balancear el consumo de carne con fuentes proteicas alternativas puede aportar beneficios significativos tanto para la salud humana como para el medioambiente.
El estudio demostró que pasar del consumo de carne de vaca al de proteínas alternativas podría reducir el total de decesos ligado a la dieta alimenticia un 2,4 %, alcanzando un 5 % en los países más ricos.
En términos de impacto ambiental, los datos de 2010 relevan cómo la sola producción de carne vacuna es responsable del 40 % de las emisiones de los gases de efecto invernadero ligadas al alimento.
La investigación evidencia la fuerte diferencia de la producción de gases contaminantes de la carne en relación a otras fuentes proteicas; si la carne de vaca tiene una intensidad de emisiones de 23,9 kilogramos de CO2 para un equivalente de 200 kilocalorías, otras fuentes proteicas como insectos, porotos, granos y avellanas emiten 1 kilogramo de CO2 para un equivalente análogo de valor nutricional.
Otras fuentes proteicas tales como el tofu –comida de origen oriental preparada con semillas de soja–, cerdo, algas y pollo producen, en cambio, de 3 a 6 kilogramos de CO2 equivalentes.
En particular, el estudio analiza 13 fuentes proteicas que incluyen: carne de vaca, cerdo y pollo; frutas y vegetales que puede ser consumidos frescos o elaborados, como arvejas y porotos; sustitutos proteicos no animales elaborados como el tofu, productos de gluten de trigo o micro proteínas; nuevos productos como la carne de cultivo, insectos y alga espirulina.
Según con una investigación desarrollada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), nueve de cada diez personas del mundo respiran aire con altos niveles de contaminación y siete millones de ellas mueren cada año por la polución ambiental y doméstica.
En 2016, sólo la contaminación del aire provocó aproximadamente 4,2 millones de muertes, mientras que la contaminación del aire doméstico originada por la cocción de alimentos con combustibles y tecnologías contaminantes causó unos 3,8 millones de muertes en el mismo periodo, según la OMS.
La OMS reconoce que la contaminación del aire es un factor de riesgo crítico para las enfermedades no transmisibles (ENT), ya que se estima que causa una cuarta parte (24 %) de todas las muertes de adultos por cardiopatías, el 25 % de las muertes por accidentes cerebrovasculares, el 43 % de las muertes por neumopatía obstructiva crónica y el 29 % de las muertes por cáncer de pulmón.
En otro informe, la OMS constató que más de una cuarta parte de las defunciones de niños menores de cinco años son consecuencia de la contaminación ambiental. También ha podido establecer que más de medio millón de niños menores de cinco años fallecen como consecuencia de infecciones respiratorias (entre ellas las neumonías) causadas por la contaminación del aire en espacios cerrados y en el exterior y la exposición al humo de tabaco ajeno.
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