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[Harold Olmos]

Registro

Enredos mayores - Ojo del editor


Una nota dominical de un distinguido periódico paceño, al informar sobre una sonda especial rumbo al planeta más lejano del Sistema solar, nos dice que el objeto al que se dirige la sonda, y que debería llegar este mismo 1 de enero, es más pequeño que Plutón. Enseguida, el lector se ahoga en la confusión cuando se le dice que “los científicos no están seguros de su tamaño exacto”, pero que creen que es unas cien veces más pequeño que Plutón. Ahí la imaginación entra en un corto circuito. Porque un objeto no puede ser más pequeño que su propio tamaño. Un metro, por ejemplo, no puede medir menos de un metro, pues a partir de ahí la referencia comparativa pasa a ser otra. Un metro es un centésimo de una cuadra, una cuadra es el centésimo de un kilómetro, y por ahí se va. En este caso debería haberse dicho que el tamaño del objeto al que llegará la sonda es un centésimo del de Plutón. Que el lugar es helado, qué duda cabe, mucho menos que está bien conservado. “Ultima Thule se encuentra en una zona helada del espacio, lo que sugiere que está bien conservado”. ¡Qué duda cabe!

Este tipo de comparaciones está creciendo con rapidez en los medios. Para mi alivio, la nota, que vi publicada en varios medios bolivianos, es de una agencia francesa de noticias. Eso es más grave, sin embargo, pues demuestra que el error migra con mucha facilidad y que no hay aduanas que lo detenga.

Concluyo con una exhortación. Hay que arrancar ese tipo de comparaciones y entrar a las redacciones con una premisa: Nada es inferior a su propio tamaño. Mi casa no es dos veces más pequeña que la tuya. Es la mitad de la tuya.

No obstante, en todas partes se cuecen habas. Un destacado columnista argentino en un no menos destacado diario de su país se refería al ex dictador Juan D. Perón y decía que éste “confiscó un diario cuya circulación en ese momento superaba los 400.000 ejemplares mientras La Nación vendía 130 mil, tres veces menos”.

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Las notas sobre encuestas, tan pródigas estos días a casi un año de las elecciones generales, contienen un error frecuente: Olvidan que el verbo debe tener equivalencia con el artículo. “Si su candidato presidencial no se presentara, ¿cuál sería su segunda opción? El 30 por ciento de los encuestados respondieron que ninguno”. El verbo y artículo no concuerdan. Debió decirse: El 30 por ciento respondió que ninguno. Enseguida viene una verdadera perla. “El sistema de muestreo utilizado fue el aleatorio simple, probabilístico, polietápico, estratificado y por cuotas”.

Lean el párrafo hasta tres veces y traten de explicarlo. Vayan a la UMSA o a la Uagrm y cuente cuántos entendieron la explicación de la encuestadora que reprodujo el periódico.

Otro titular: Mesa desmiente a ABI y advierte una denuncia. Los dos verbos, desmentir y advertir, están totalmente divorciados. Quizá quiso decir que el ex presidente prepara una denuncia y entonces ¿por qué advertir? Por lo que con frecuencia leo en nuestros medios, se confunde el significado de advertir con ¡amenaza! Nada más erróneo. La próxima vez que ustedes lean “advertir” en un titular, verifiquen si no se quiso decir amenazar y busquen el significado de ambos en Google.

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Un mandamiento sacro de la redacción periodística es evitar enredos que confundan al lector. Para evitarlos está el ojo del editor, una de cuyas tareas principales es prevenir confusiones y mantener la claridad del mensaje informativo. Lean el siguiente párrafo y digan si proyecta la claridad que demanda el lector:

Luego de que O Globo informara sobre el interés que tiene Petrobras por disminuir los volúmenes que compra de gas boliviano, el ministro de Hidrocarburos Luis Alberto Sánchez, mostró un panorama alentador con respecto a las exportaciones del energético al vecino país.

Hay numerosas observaciones en estas cuatro líneas. Primero, el párrafo está patas arriba. El hecho noticioso es que el ministro está optimista respecto al mercado brasileño para el gas boliviano, pero el ingreso al tema es torpe: “Luego de que…”, etc. Este ¨luegodequeísmo¨ debería recibir muerte súbita. Supongo que su origen es una traducción literal de frases en inglés que buscan una cierta conexión de tiempo en la descripción de un hecho. Pero esa forma de iniciar un artículo es condenable, pues equivale a poner la zanahoria atrás del burro. Y mencionar una publicación extranjera que no es familiar para los lectores bolivianos agrega más sombras al tema que se quiere tocar. El “luego de que” es una traslación sin miramientos de las formas noticiosas escritas en inglés que pueden respetar reglas de sintaxis, pero que traducidas literalmente resultan en un castellano horrible. En inglés puede caber perfecto el “after”, pero en español, para las expresiones en las que se lo quiere usar, no. Para comenzar, se requiere tres palabras para reemplazar una. Hay formas de unir dos momentos en una oración sin abultar de palabras la transición. La mejor manera de evitar hundirse en las confusiones es seguir la vieja usanza de los maestros. Veamos:

El ministro de Hidrocarburos Luis Alberto Sánchez mostró optimismo sobre las exportaciones de gas natural a Brasil, a contramano de informaciones escépticas sobre un nuevo contrato con precios y volúmenes como el que expirará a fines de 2019 y que ha representado el ingreso básico de Bolivia en las dos décadas de su duración.

Las afirmaciones deben ser sometidas a prueba. Veamos en qué consiste el “panorama alentador”. Al no existir más un monopolio petrolero en Brasil el Ministro supone que mejorarán los precios y los ingresos para Bolivia. (“Cuando se abre el mercado de Brasil se da paso a la competitividad (libre compretencia); este hecho es una oportunidad para el gas boliviano, que será comercializado con las empresas privadas de Brasil, entre las que figuran operadoras, distribuidoras, termoeléctricas, gobernaciones, petroquímicas, ya no a un precio de $us 6 el millar de BTU sino que habrá la posibilidad de negociarlo a un mayor precio”.)

El ministro evita decir que los ofertantes pueden también plantear precios menores a los $us 6 que menciona. Basa su optimismo en que Petrobras vendía el mismo gas boliviano hasta en el doble del valor que pagaba a Bolivia, pues debía agregar costos de transporte y comercialización dentro de Brasil. El raciocinio del ministro requiere de ejemplos concretos de que los eventuales nuevos precios vayan a beneficiar a YPFB. Ojalá, diría yo. Pero necesito pruebas. Un hecho notable es que el ministro de un régimen Socialismo Siglo XXI, ¡elogia el libre mercado!

http//haroldolmos.wordpress.com

 
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