Israel Camacho Monje
La ciudadanía en general reconoce la ardua lucha que viene realizando desde mucho tiempo atrás la Policía Boliviana contra la delincuencia y criminalidad. Pero, incomprensiblemente, a la vez encubre la identidad de los autores de delitos, al solamente dar a conocer a los medios de comunicación escrita y televisiva sus iniciales o nombres de pila, y no así sus apellidos paternos y maternos y mucho menos sus fotografía de frente y de perfil. Además permite que estos delincuentes se cubran sus rostros con gorras, trapos y manos, o simplemente bajen sus rostros hasta que sus quijadas toquen contra sus pechos. Esto, en el fondo, constituye un “contrasentido” en la lucha contra la delincuencia y criminalidad.
Y recalcamos que es contrasentido, porque su lucha se ve desmerecida con el encubrimiento, que supone no dar a conocer sus apellidos, así como la publicación de sus fotografías o vídeos, que permitan a la ciudadanía poderlos reconocer. Y es que, precisamente por esa actitud equivocada de la Policía y la Fiscalía, tanto delincuentes como criminales incurren en reincidencia, sabiendo muy bien que nunca serán identificados por sus víctimas, en particular y por la población en general, debido a esta curiosa y asombrosa protección brindada por la propia Policía y la Fiscalía.
Y la ciudadanía boliviana considera que de darse a conocer los apellidos de los delincuentes y además publicar las fotografías de sus rostros, se ayudaría a la población para reconocerlos y tomar las precauciones que el caso amerite. Y al poder reconocerlos, denunciarlos ante la Policía, en caso de que estén merodeando por su barrio o por su casa.
Pero al no dar a conocer esa información, la ciudadanía se ve obligada a seguir viviendo en la incertidumbre de no saber si los victimarios tal vez forman parte de sus familias, si son sus amistades, vecinos de barrio, compañeros de trabajo, o cualquier persona que ha vivido o todavía vive en su entorno.
Y quién sabe, las veces que ha debido ser víctima propicia de sus propios amigos, y aun peor, que por el solo hecho de ser amigo del delincuente o criminal uno sea considerado y hasta enjuiciado por complicidad por delitos que nunca ha cometido, y quién sabe hasta haber o estar cumpliendo injustas penas carcelarias.
Por todo lo anterior, se impone que las autoridades policiales y de la Fiscalía, al igual que lo hacen en otros países del mundo, publiquen afiches con las fotografías de delincuentes y asesinos, y deban ser colocados tanto en los mercados públicos, flotas de transporte de pasajeros, abastos, estaciones del ferrocarril, aeropuertos y redes sociales. Así quienes han considerado la delincuencia como su fuente de trabajo, a partir de dicha publicación serán reconocidos y conocidas sus condiciones de delincuentes. Sobre todo que sea una advertencia para todas las personas, sean hombres, mujeres, adolescentes, que quieran ir por el camino del mal. ¿Verdad que sí?
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